lunes, enero 28

I hope it worth it

Los días pasan entre sueños que tienen el aroma a las calles de Buenos Aires, entre letras lejanas de una cepa extranjera que conozco sólo en palabras. Mientras la rutina provoca ruidos en mi cabeza que me alejan de los libros, del reto de, finalmente, recorrer mis ojos por la Rayuela. Alejada del café por instrucción médica y del aroma de su cuerpo –que he aprendido a amar, sin habérmelo propuesto- envuelto en piel morena y de su boca que ansío besar otra vez, pero no beso por los miedos ajenos en donde no tengo jurisdicción.

Y en mi mente las letras de un poema Pizarnik que habla de las ausencias; y mis manos conteniéndose para no teclear su número telefónico y las musas murmurando a mis espaldas que no me harán cómplice de su andanza para que pueda robarles algún cuento.

Personas que no ven en mí nada más allá que un cuerpo; el hombre infantil que pretende abandonarme porque soy un riesgo para su orgullo, porque estoy más allá de su entendimiento, cuando en realidad lo único que hace es huir y, esta huída, lejos de ser algo que me perturbe es algo que me tranquiliza, porque ha sido incentivada sutilmente por mí y sus palabras en forma de estocada me hacen cosquillas no heridas. La huída no es un abandono; para abandonar antes es necesario haber poseído.

Unos ojos verdes de forastero, a través de un monitor, dicen desearme y me ponen iracunda. El deseo para mí jamás es suficiente. No aspiro a ser deseada, el deseo me parece superficial, vano, momentáneo. El deseo no es más que es el padre de la pasión sin trascendencia. Lo que busco acaso, sin buscarlo, es ser querida; ser invitada a formar parte de la vida de alguien más, como amiga, como cómplice, como un ser íntegro. Acaso parece que ya no hay nadie que se preocupe por todo aquello que la piel resguarda debajo de su sensibilidad a las caricias, de su tendencia a la lujuria.

Los besos que no llegan a mi boca, las que no me dicen, que no imagino, el erotismo tegido en letras y evocativo de momentos que extraño de los dedos que alguna vez me acariciaron y que juran que guardan restos de mi tacto entre sus pliegues. Memorias que se hacen presentes a través de coincidencias parecidas a las mismas que provocaron lo que ahora son recuerdos.

La magia intermitente que de pronto se ausenta y después se desborda, las promesas que no hago y las que no se cumplen. La mediación entre el karma y el darma que parece no tener un punto medio que me favorezca; las vidas que he vivido, las personas que fui, las cosas que me faltan, la fe que me niego a desterrar, las copas de vino que aún no bebo, el paréntesis contigo que no quiere llegar.

Eliseo Alberto ha dicho que el miedo es una camisa de fuerza y yo me he liberado poco a poco de esos nudos; sin embargo, mis manos siguen atadas, incapaces de liberar a otros. Quizás tanta libertad terminará por rodear mi cuello y suspenderme en el vacío; pero mientras eso ocurre, entre la ignorancia y la experiencia, sigo creyendo que todo vale la pena.

2 comentarios:

no descansamos en nada dijo...

Todas aspiramos a ser queridas, a formar parte de la vida de alguien más, tal vez para llenar ese hueco inevitable en la nuestra... se amalgaman vidas, muchas vidas.

Con creer que todo vale la pena, Sue, ya lo ganaste todo .

(Fue un texto hermoso, Sue, hermoso, hermoso, hermoso, hermoso. Gracias.)

Unknown dijo...

Sue

Gracias por introducirme en este mundo de los blogs ... you know what i mean