domingo, febrero 18

San Valentín


Este año -como todos- llegó la fecha: catorce de febrero. Había pensado en hace un post y tenía tantas opciones; la de volverme un grinch (como ocurrió el año pasado); la de joderme la vida por sentirme sola (como ocurrió el año pasado aunque se supone que estaba en pareja) o la de salir a afrontar el mundo de parejitas derrochantes de miel y sexosidad; con la frente de mi soltería en alto (como hice, o pretendí hacer este año).

Pero para el post se me antojaba algo más que una crónica y me puse a hacer memoria y me remonté al día aquél –también un 14 de febrero- que fue el primer día que festejé. Ocurrió cuando estaba yo en cuarto año de primaria y tendría unos diez años –o sea, hace como 14-. Roberto, mi primer novio –después de Manuel que fue mi novio en tercero de kinder- me regaló ese día, si la memoria no me falla a Robertito (vamos, que para los nombres no era muy creativo el chico), un osito de peluche con el que él acostumbraba dormir, además, acompañó el regalo con una tarjeta, una caja de dulces y una carta (de esa tengo duda de si fue el primer 14 de febrero que estuvimos juntos o el segundo).

Aún conservo casi todas las tarjetas, cartitas y notas que me escribió (y hasta la cajita aquella en la que me dio los dulces) -sí, así soy de cursi a veces ¿qué le vamos a hacer?- de hecho en sexto de primaria, cuando ya no éramos novios, se las mostré, porque él no me creía que las hubiera guardado), los dos peluches que me regaló y una colección de monitos de Dysney que salían en las cajitas de Sonrix (si alguno las recuerda).

Y pues así, con ese ánimo de amor entre infantil y adolescente quise recordar las cosas que tanto me gustaban de Roberto René Guerrero Cervantes (de quien supe por última vez cuando estaba yo en el primer cuatrimestre de la universidad, allá por septiembre del 2001), y las comparto con ustedes:


1. Era uno de los chicos más atractivos del salón
2. Era muy detallista (sin motivos especiales me escribía cartas o me daba tarjetas o flores)
3. Le pidió a la maestra que lo dejara sentarse cerca de mí, porque éramos novios (y la maestra accedió)
4. Fue la primera persona a la que le dediqué un poema
5. Jamás intentó acostarse conmigo (o al menos yo no me enteré)


En fin, sin duda hubo muchas otras cosas que no fueron tan agradables, pero acostumbro quedarme con lo bueno de las personas y por eso, este catorce de febrero, les comparto una de las cartitas que mi entonces novio me escribió y que aún guardo con cariño.

Mis mejores deseos a todos por estas fechas mercadológicas… ojalá cada uno tenga un amigo sincero al que recurrir, un alguien a quien amar y por quien ser amado (que yo no digo que tenga que ser su pareja).



Nominación (mega retrasado)

Pues a mí me ha costado mucho trabajo este encargo obligado por Bren y propuesto por Dante que ha empezado el ya famoso Chupicuate; abrí el libro que tenía más a la mano y ese era la autobiografía de Sabina pero justo la quinta frase de la página 123 era del entrevistador y, vamos, que no aportaba nada, así que recurrí al otro libro que leo (aunque York se retuerza con sólo leer su nombre) y pues aquí está este fragmento de Rayuela. Sé que son 3 frases pero como es un diálogo le agregué otras dos para como que cerrar la idea.

“-(…) Ya ves lo distintos que somos.
-Sí, la piedad no es mi fuerte. Pero también yo podría llorar en una de esas, y entonces vos…
-No te veo llorando.
-Alguna vez he llorado.
-De rabia, solamente. Vos no sabés llorar, Horacio. Es una de las cosas que no sabés.”

Y de paso aprovecho para agradecer al Chupycuate por haber contribuído a arreglar unos pequeños detalles en mi blog que quería modificar. Así que diré: Chupy cuate, ¡eres la onda!… ¡¡eres un pistolonón!!... ¡eres una reata!… bueno, ya en serio (que basta de halagos), te quiero mil, jeje.


¡Ah claro!, también tengo que elegir dos víctimas candidatos a continuar con esta cadena y para ello elijo a.... cha cha cha chan... Perla María y Francisco Díaz; estaremos pendientes de sus respuestas.