martes, noviembre 25

Tango

Me perdí tanto en tus ojos
que fui incapaz de habitarlos
y las tardes de agua y aceite
se volvieron un beso de sal
ahora escucho aquel tango
que nunca bailamos
y derrocho tinta nocturna
sin afán de olvidar.
Pasó tanto entre nosotros
desde la noche imprevista
hasta la tarde que
entre lágrimas
mis pestañas desteñí.
Y sigo pensándote
en un compás argentino
acariciando este vestido
que se quedó con ganas de ti.
Acaso espero que de pronto
aparezcas entre sueños
y me cuentes si aún sonrío
cuando es de noche y yo duermo.

viernes, noviembre 14

Otra vez yo...

Jamás me ha importado la manera en la que

visten las personas.
Siempre las imagino desnudas.

sábado, noviembre 8

La cacería de brujas y un noviembre tan vivo

El mes de octubre finalizaba con hechos relevantes. El director jurídico (que hasta ese momento consideraba mi amigo) me llamó casualmente para que bajara a su oficina. Tomé asiento y él empezó a hablar, después de no tomar con la gracia habitual los comentarios que hice a manera de saludo.

Siete minutos después me di cuenta de que me estaba corriendo. Él, encomendado a esta misión, desconocía el supuesto. Yo, sin saber de qué se me acusaba, me declaré incapaz de defenderme. Necesitaba una explicación. Salí en busca de ella no sin antes afirmarle a mi ex amigo del jurídico que no huyo jamás de una batalla, ni siquiera de las de corte legal.

No encontré explicaciones pero encontré respaldo. Los involucrados se rehusaron a hablar conmigo y postergaron la conversación hasta el día siguiente. El día de brujas –que en mi caso, parecía cacería de brujas laboral- concluyó con mi firma en una renuncia al puesto que venía desempeñando desde hace año y medio en esa oficina y con otra firma en un contrato por honorarios para trabajar en ese mismo lugar.

Esta última semana, la primera de noviembre, ha sido la locura total. Nuevo puesto, nuevo jefe, nuevos compañeros de trabajo, carencia de oficina y de equipo para trabajar, salidas diarias a municipios, soluciones rápidas a problemas recién conocidos. Gente que me mira con culpa (justa, por cierto), gente que me mira con coraje (al no ver del todo realizados sus deseos de mi ausencia), gente que me mira con empatía (amigos).

A eso sumo las clases nocturnas, los plazos de admisión a las universidades que en este punto se han vuelto asfixiantes, el sube y baja emocional de mi relación que llega a su primer trimestre, la necesidad de unas vacaciones y el temor de no poder resolver de la manera adecuada todo lo que debo resolver.

Disculpen el abandono, les juro que pensé que el fin de año sería la parte de mayor tranquilidad de este 2008.

Al final sobrevive una sola esperanza: pensar que todo valdrá la pena.