martes, octubre 31

No debería contarlo, y sin embargo...

La forma de tu cuerpo
corresponde
con desmedida perfección
a la de mi deseo,
desde el borde de tus labios
hasta la línea inferior
de tus dedos.
La profundidad del verde
con que me miras

me ha hecho temer
y no puedo verte
sin quererte,
ni quererte sin ver
.
Mi silencio se abre
ante tu tacto
y este conjuro se torna
predecible maldición
.
Guardo mis besos
en las esquinas de tu boca
vuelvo con las Musas
y hago las pases
pero Morfeo, celoso
se niega incluso a mirarme.
Por eso te sueño en vigilia
y te toco sabiendo
que no somos más
que caricias perdidas
.
Los largos insomnios
sin ti, me susurran
otro sitio, otros sueños
donde tu piel me es permitida.
No debería
decirlo
así no tendrías que elegir
si creerme o no,
no tendría por qué ser yo
otro acto de fe en tu vida.

lunes, octubre 23

De sueños y adicciones

El buen York dice que los sueños representan
primitivamente dos cuestiones: los miedos y los deseos.


Pues bien, hace días que llevo soñando que algún
chico (en realidad "algunos" porque son varios) me besa.

Así que, o es que tengo miedo de volver a besar a alguien

o de plano necesito una severa sesión de besos.

P.D. He dejado de consumir Gansitos Marinela, pero
¿cómo supero mi adicción a los besos?

viernes, octubre 20

Agenda

Martes 24 Octubre a las 00:00 horas, salida al D.F.
Miércoles 25 Octubre: Arribo al D.F., trámites personales, visita al Centro Histórico.
Jueves y Viernes 26 y 27 de Octubre: Actividades turísticas, culturales y afectivas múltiples.
Sábado 28 de Octubre. Concierto de Joaquín Sabina, Auditorio
Nacional.

Domingo 29 de Octubre: Regreso a Guadalajara.


Es decir, me voy de viaje al D.F. con un puño de pretextos y por esa razón estaré un poco desconectada de sus blogs, pero prometo ponerme al día en cuanto vuelva.

Atte,

La Sue

P.D. Se acepta todo tipo de recomendaciones para el viaje.

Crónica de una limpieza anunciada

Efectivamente llegó el jueves y con él el compromiso moral de acudir a la limpieza general de la oficina de los siempre bien ponderados R y T (es que me han pedido que los mantenga en anonimato). Así que, después de mi estupendo día laboral (nótese el sarcasmo), me dirigí al lugar donde los susodichos y Perla me esperaban ansiosos por empezar la limpieza (nótese el sarcasmo doble en las rocas).

Todo estaba fríamente calculado: Limpiar vidrios, sacar basura, limpiar puertas, lavar el baño, sacar más basura, acomodar cajas, acomodar herramientas, sacar más basura, barrer el balcón, trapear el baño, tirar cajas, ¡ah, claro! y sacar más basura.

Entre carrillas, risas y profundas disertaciones existenciales (que ya luego compartiré a través del blog), transcurrió la tarde, hasta que por fin empolvados, sudados y agotados fuimos poniendo las cosas en su lugar y tomamos asiento para reírnos un poco más.


TOP TEN DE LA TARDE DE LIMPIEZA:

1. Cuando te das cuenta de que tu underweare no es el más apto para ése tipo de menesteres.
2. La cara de él cuando le dices que no es broma eso de que tendrá que lavar solito el WC.
3. Cuando consigues por fin que tu madre te preste la aspiradora, la armas con total cuidado y luego tienes que llamarla y decirle que es momento de que consiga una nueva porque la actual acaba de quemarse. Claro, justo antes de poder aspirar.
4. Cuando ellos juegan a componer la aspiradora, y se lo toman tan en serio.
5. Cuando él te dice terminantemente: “eso no va a entrar aquí” y le respondes que algún día le dirán lo mismo (y él se lo toma como halago).
6. Cuando te das cuenta de que si tu madre te viera hacer el aseo con tanto fervor te reclamaría que no seas capaz de hacer la mitad de eso en tu casa (y que si bien no tienes vocación de princesa sí la tienes de Cenicienta).
7. Cuando ves pasar el cochecito de los helados y él sale corriendo juntos contigo a comprar helados para todos.
8. Cuando él pregunta por las “pijas” y tú y tu amiga se dan por aludidas y encima insultadas.
9. Cuando llamas a tu amiga y le dices que en cuanto ella llegue tú te irás porque no soportas ni un minuto más en compañía de él y ella vuelve corriendo y preocupada a intentar que se resuelvan las cosas y le dices que era broma.
10. Cuando por fin te sientas a descansar con la luz apagada y al DJ le da por poner TODAS las versiones que tiene de la canción Bésame Mucho.

La mejor parte del día es esa en la que, después de llegar a casa, pasarle el parte de los hechos a tu madre, recoger la cocina, jugar con tu sobrina, darte un baño y hacer una llamada, te metes a la cama sabiendo que mueres de cansancio y sonríes, sabiendo que el día ha valido la pena minuto a minuto.

jueves, octubre 19

Elementos para unas fotografías de estudio

Salir corriendo con el rimel picándome las pestañas, el polvo compacto distribuído en la cara haciéndome sentir como si llevara una máscara fina. El cabello suelto, lacio después de los minutos invertidos en repasarlo con la plancha de cerámica. El brillo de color discreto en los labios.

Llegar, pedir las fotografías, pagar, tomar el recibo, pasar al estudio, revisarme frente al espejo por última vez, pasar el cepillo por el cabello tratando de acomodarlo, acomodar delicadamente el flequillo con los dedos, sentarme en el banco, observar al fotógrafo montar un par de flashes delante de mi. Hombros atrás, rostro un poco más abajo, mira exactamente aquí (apunta). Sigo las instrucciones.

¿Lista? Sonríe. Piensa en algo agradable.

Entonces evoco tu recuerdo en mi mente. El recuerdo de ése que eras cuando empecé a quererte mientras evito a ése que eres, que me duele. Evoco tu voz diciendo: me encantan tus ojos. Evoco la sensación de tu cuerpo al lado del mío. Evoco tu aroma mudado a mi ropa a través de los abrazos. Evoco el sabor de tu boca en ese beso tuyo que no era más que la punta de un iceberg en llamas. Evoco la imagen de tu rostro cuando me dedicabas ésa mirada que hacía que todo se detuviera por unos segundos y me doy cuenta de que estoy a punto de cerrar los ojos mientras te reconstruyo en mi mente.
Flashes.

Muy bien –dice el fotógrafo- vuelva mañana a las siete.

Sonrío, agradezco, me pongo de pie, me despido.

Tengo algo nuevo de ti: la inmortalizada expresión de mi rostro, pensándote, en unas fotografías de estudio; muero de ganas de verlas.

miércoles, octubre 18

Planas mentales

Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas. Debo aprender a no esperar nada de las personas.
(aunque eso implique matar a un poco a la persona que soy)

viernes, octubre 13

El (casi) hombre de mi vida.

Nos conocimos por una casualidad extraña que aún a estas fechas no he podido descifrar y dudo mucho que algún día lo haga. Es un chico atractivo, sin duda. Con el tiempo y las conversaciones constantes un día, de la manera más natural decidimos vernos después de su trabajo y mi clase de inglés. Terminamos bebiendo té en el Haus Der Kuns y yo por fin me aprendí el nombre del sitio.

Idealista, pero con los pies en la tierra. Sabe luchar por lo que quiere y lo aprecia. Hace muchas preguntas y necesita que las cosas le queden muy claras. Tiene un buen sentido del humor, es inteligente, atento y culto. También es un par de años mayor que yo. Vamos, que el chico es por demás lo que la gente diría un buen partido.

Cuando nuestras vidas se cruzaron, él resolvía un asunto y yo no me decidía a resolver otro. Escuchó pacientemente múltiples conversaciones sobre mi relación de ése momento y me aconsejó. Estuvo ahí en momentos en que el que debía de estar, no estuvo. Nos tomamos aprecio. Se generó un interés mutuo, una complicidad casi inmediata y creo, encontramos en el otro una afinidad especial.

Me planteé más de una vez, en mis nocturnos soliloquios, como sería terminar la relación en la que estaba y buscar la posibilidad de estar con él. Y entre los altibajos de mi situación decidí aferrarme a la persona con la que estaba, pero seguimos saliendo de vez en cuando. Después por fin mi relación acabó con las posibilidades de futuro y mientras se extinguía (no sin los respectivos dolores posteriores propios de la situación), volví a pensar en él como posibilidad, esta vez de manera más fuerte y viable.

Decidí que no. Que lo mejor era permanecer como amigos. Que él era un hombre increíble que no merecía estar con alguien que, debido a mi condición, podría terminar lastimando la honestidad de sus sentimientos e intenciones. No quise que fungiera como un paliativo en mi vida. No quise arriesgar lo que ya teníamos por algo que, probablemente no funcionaría. No quise quedarle a deber cariño, porque, simplemente, no tenía capacidad de darlo en mi momento de vaciamiento, tristeza y desencuentro conmigo misma por la relación anterior.

Sé que de alguna manera trunqué un futuro que implicara algo más que una amistad entre nosotros. Sé que temí en cada abrazo, en cada mirada, en cada silencio y en cada palabra, que él se sincerara y hablara abiertamente. Omití de manera deliberada hablar de él en el blog a pesar de que escribí algunas cosas sobre los momentos que pasamos juntos -unos de los más románticos y lindos que nadie jamás me ha regalado-. No quería alentar nada. Aunque en el fondo siempre me pregunté cómo sería.

Después, la tecnología que nos había reunido, nos fue distanciando de a poco. La última vez que nos vimos fue hace como un mes. La ocasión anterior a esa nos vimos por su cumpleaños y le conté mis planes. Irme, irme lejos. Y la distancia se impuso entre nosotros desde entonces. Él se dio tiempo de profundizar su trato con otras personas y encontró a una chica maravillosa que hoy es su novia y lo hace muy feliz.

Hace un momento le respondí un correo donde hablábamos de los “hubiera” entre nosotros y de la manera en que la vida da vueltas y nos llevó hasta donde estamos ahora. Le he dicho que las cosas pasan así, porque así es como deben pasar, eso es lo mejor. Dice que no quiere ser una estadística más del hombre de mi vida que no llega a tiempo y yo le digo, yo te digo que no, que soy yo, la que no estuvo lista y aún así corrí con la suerte de que seas mi amigo y eso es muchísimo más de lo que pude esperar desde aquél día en que coincidimos. Te quiero mucho.

He aquí algo de lo que escribí y nunca me atreví a publicar en el blog, espero que lo leas, porque es tuyo, y es mi manera de agradecer, especialmente esa tarde mágica que compartimos.

Mayo, 2006

Fuera de la ciudad, recorrido por cálidas calles antes desconocidas.

Comida japonesa, casual preámbulo a la película oriental de pocos diálogos y tantos significados propiciadores de risas y complicidad.

Un paseo por el pequeño jardín que habita entre cuatro paredes; un par de sonetos españoles, el sonido del agua cortada por la mano en la fuente.

La vida se trata de compartir, coinciden. ¿Cuántas veces se corre con la suerte de encontrar un alma afín?

Minutos avanzando en los relojes que nadie mira.

Algunas divagaciones más.

Las miradas plasmadas para la posteridad a través del milagro moderno llamado fotografía.

La tarde agoniza.

La noche cae sobre el puente en el cálido abrazo de despedida.

Uno sube al tren; la otra camina a casa por las aceras bajo la nocturna luz de la luna que

se dibuja, incompleta, en el extremo superior derecho del paisaje.

Una flor

Me han regalado una flor,

y no sé qué hacer con eso (y

no me refiero a la flor, que

a esa ya la puse en agua)

lunes, octubre 9

La maldición del zapato

Mi madre tiene una extraña fijación por los zapatos y los perfumes. La primera es más evidente, y de hecho, más accesible que la segunda y sé de cierto que comprar zapatos es uno de sus placeres.

Hay quien sostiene que a las mujeres, el hecho de ir de compras nos resulta terapéutico y hasta orgásmico, pero siempre he creído que, ésta es una más de las diferencias con mis congéneres. Disfruto ir de compras, no tardo mucho recorriendo tiendas, jamás gasto más de lo necesario y siempre tengo en cuenta la cuestión costo-beneficio.

El viernes pasado, mientras caminaba yo por las aceras de la ciudad pensando en plutón y lo jodido que debe estar ahora que le quitaron su título de planeta, justo un par de calles antes de llegar al trabajo, el abrupto rompimiento de un de los lazos de mi zapato me sacó de golpe de mis profundas divagaciones. Nada grave. Pude terminar el recorrido, hacer mi arribo cotidiano y resolver el asunto anudando aquí y atando allá. Una solución poco estética pero, innegablemente práctica.

La semana trascurrió en la normalidad y casi me olvidé del accidente, hasta llegado el momento en que, el siguiente viernes, a una calle de la oficina y viniendo yo cargada de cosas hasta el cuello, a mi zapato (uno diferente) le dio por romperse de tajo. Esta vez, sin nada qué poder anudar, impidiéndome siquiera caminar con el jodido zapato porque no se sostenía de ningún maldito sitio.

Así que llegué a la oficina. Arrastrando el pie como si sufriera algún tipo de parálisis en la pierna consecuencia del polio. Me senté, revisé detalladamente los daños y lo primero se me ocurrió fue ponerme a llorar como niña, pero debido al lugar y a lo poco profesional del asunto, lo descarté. Después vino a mí la grandiosa idea de engrapar el zapato todo lo posible para que al menos resistiera en su sitio por unos minutos más, mientras planeaba mi estrategia.

Tomé aire y me di cuenta de que sería imposible volver a casa cargando todo lo que tenía que cargar y tomando en cuenta las distancias que debía de recorrer a pie. Así que opté por buscar consejo en la sabiduría ajena y me pregunté ¿qué haría mi madre en esta situación? La respuesta era tan simple como evidente: comprar zapatos.

Me escapé de la oficina (que hubiera pedido permiso si mi jefe hubiese estado allí) y me fui a la tienda de zapatos más cercana. Pero nada. La recorrí y me di cuenta de que soy una chica pobre con gustos caros, y es que, los precios eran excesivos, vamos, que ni siquiera los hubiera pagado en una situación normal y que, incluso en este caso, el costo–beneficio no me convencía.

Llamé a mi madre y me dio la dirección de otro sitio cercano donde los costos eran más accesibles. Sin dudarlo tomé un taxi y emprendí al travesía. Les ahorraré el asunto de que la dirección era inexacta, que el taxista me cobró en exceso, que caminé más que si hubiera participado en una romería mientras las grapas se me iban encajando en el pie y que justo cuando todo estaba perdido di finalmente con el sitio prometido donde pude comprar un par de zapatos decentes, a un costo razonable para terminar sin un peso y teniendo que volver a pie a la oficina.

Lo bueno: mi jefe ha escuchado mi explicación, se ha reído y lo ha entendido, sin problema.

Lo malo: que ahora me pondré un poco paranoica (paranoica yo, ¡ja! ¿pueden creerlo?), de hecho estoy considerando ir descalza al trabajo los viernes.

Lo mejor: ¡Que tengo zapatos nuevos!

Este día aprendí que: aunque en realidad no me entusiasma sobremanera la idea del nuevo par de zapatos, seguiré diciendo que sí porque empiezo sospechar que los zapatos se revelan contra mí y que he caído víctima de la maldición del zapato roto.
Post Data: A todos aquellos (que tampoco espero que sean muchos) que se pasean por aquí y me leen, vamos, dejen de vez en cuando un comentario, ¿va?

miércoles, octubre 4

Dudas existenciales I

¿Por qué pasa que (la mayoría de) las madres de mis amigos me adoran a tal punto que estarían encantadas de que yo fuera su nuera, mientras que, las madres de mis parejas tienden reconocer lo buena chica que soy mientras me miran con recelo y como si ocultaran algo?

Nota: ¡¡¡Que alguien me explique por favor!!!