lunes, diciembre 18

Año nuevo

Con motivo de estas fiestas, he querido dejarles esta tira de Mafalda (sí, si leyeron el post anterior verán que soy fan de Mafalda) que habla un poco al respecto. Que se diviertan y lo disfruten muchísimo. Mis mejores deseos para todos.


Cuestionario de Proust

Como le había prometido al amable Paco Díaz que me invitó a responder el Cuestionario de Proust (le prometí publicarlo al terminar de postear el Chilango Tour), pues aquí les dejo por si resulta de su interés o al menos de su entretención.

¿Cuál es su idea de la felicidad?

Amar cada una de las cosas que se hacen

¿Cuál es su miedo más grande?
No vencer mis miedos

¿Cuál es el rasgo que deplora de sí mismo?
Ser tan transparente, inocente (o sea, creerme todo) y entregada

¿Cuál es el rasgo que más le gusta en otras personas?
La capacidad de ser felices

¿Cuál ha sido su mayor atrevimiento?
Tirarle la onda a un maestro (que además era gay), refutar al jefe de mi jefe (o sea al mero mero) cuando quiso poner en duda la calidad de nuestro trabajo, entrar a un karaoke secretarial yo solita y ponerme a catar “¿Cómo te va mi amor?". Supongo que cada uno tiene su área y grado de atrevimiento.

¿Cuál es el viaje de sus sueños?
Ir de mochilazo por toda Europa (luego por toda Sudamérica) acompañada preferentemente de mi pareja.

¿Cuál considera que es la virtud más sobrevalorada?
La honestidad

¿Qué es lo que más le disgusta de su apariencia?
Aparentar más años de los que tengo (nótese la crisis post-cumpleaños)

¿Qué es lo que más le gusta de su apariencia?
Ojos, boca, piernas y... mejor ahí le dejamos.

¿Cuáles son las palabras o frases que más usa?
Anyway!, claaaaaaaaaro (así en tono irónico), ¡grosero!, mala persona, malditoinfelizdesgraciado (todo así, como una sola palabra).

¿De qué es de lo que más se arrepiente?

De no haber tramitado mi beca para la maestría este año (sniff, sniff, sniff)

¿Cuál es su estado mental actual?
Dhalai lama… oomm… dhalai lama… oomm… o su equivalente en la evasión mental que es repetirme a mí misma "soy un dulce, soy un dulce, soy un dulce, soy un dulce, soy un dulce, soy un dulce, soy un dulce, soy un dulce, soy un dulce..."

¿Cuál es su posesión más preciada?
Mi argolla de plata, la argolla de matrimonio de mi abuelo, pero no por lo que valen sino por lo que significan, soy muy apegada a los significados más que al valor material de las cosas.

¿Cuál considera que es la peor miseria?
El autodesconocimiento

¿Cuál es la cualidad que más le gusta en una mujer?
La autenticidad

¿Y en un hombre?
La honestidad (pero que no rayen en el cinismo, que ya basta de patanes)

¿Con cuál personaje histórico se identifica?
Juana de Arco

¿Cuál es su héroe de ficción?
Mafalda y Batman

¿Cuándo y dónde ha sido más feliz?
¿Más feliz?, no sé, tal vez cuando alguien dijo “de verdad quiero estar contigo” a manera de futuro (un futuro juntos) y me lo creí con toda la estupidez innata de la que puedo ser capaz que, dicho sea de paso, es mucha.

¿Cómo le gustaría morir?
Feliz, plena y si se puede pedir de una vez, pues que sea rápido.

¿Qué apodos tiene?
Uy!, aquí nos vamos a tardar un rato, soy Sue, me dicen More (de morena), negra y prieta en casa. Pero me han dicho: bonita, gorda, “amor” (chocante, totalmente chocante), chaparra, "niña fea" y los de reciente adquisición (lo más romántico que me han dicho en la vida, se los juro) "monstruo" y "tlaconete" (gusano) -¿Verdad que es como para derretirte al sonido de palabras tan bellas?

¿En qué consiste un buen insulto?
En que sea breve, memorable y letal.

¿Cuál es su idea de la fidelidad?
Es el estado físico-mental-emocional en que entro cuando me convenzo de que quiero querer a esa persona, de manera exclusiva, con todas sus consecuencias, porque creo (si les digo que soy ingenua) qué esa persona creé (y piensa y hace) lo mismo.

¿Cuándo miente?
Hace años que respondo eso diciendo que sólo se debe mentir cuando es estrictamente necesario o absolutamente divertido.

¿Cuál es su paseo favorito?
Algo cotidiano, sencillo, cálido, en muy buena compañía.

¿Qué o quién ha sido el más grande amor de su vida?
El más grande amor de mi vida no ha llegado (¡hey, tú!, amor de mi vida, si estás por ahí, podrías aparecer ya mismo).

¿Qué es lo más escandaloso que ha hecho?
Sentarme en las piernas de un chico delante de muchas personas cuando él dijo: "mira, ven, te voy a contar un cuento" y nadie esperaba que yo lo hiciera, ni siquiera él.

¿Cuál es su idea de la muerte?
Evolución, trascendencia

¿Qué es lo que le hace reír?
¡Soy muy simple!, pero para hacerme reír hay que tener la mezcla justa de encanto e inteligencia.

¿Qué es lo que le hace llorar?
¡Uy! A veces ando de un sensible que basta un poema, una película, un sueño, un recuerdo. Pero en cosas serias, sólo lloro cuando me siento al borde del abismo (y con muchas muchas ganas de lanzarme), por eso pocas personas me han visto llorar.

¿Cuál considera que es su logro más grande?
Personalmente: sobrevivir; profesionalmente: sobrevivir =)

¿Cuál es la banda sonora de película que más te gusta?
Mmm… la de Briget Jones: al borde de la razón (y me lo regaló York para mi cumple 22)

lunes, diciembre 11

24

24 es un número par
24 es el nombre de una serie de Fox que me gusta.
24 son las horas del día
24 son 25 menos uno
24
son ahora (desde el pasado viernes), los años que cuento

Cuando el cumpleaños se acerca nos da una especie de crisis, a veces menor a veces mayor. Supongo que mi crisis de este año se inspiró bastante en las crisis de Perla y Alejandra cuando venía sus cumpleaños que ocurrieron poco antes del mío. Es inevitable pensar en un montón de cosas, valorarlas, ver lo que hiciste, los errores que cometiste, los aciertos que tienes, lo que te falta por hacer.

Las dos semanas anteriores a mi cumpleaños fueron un cúmulo de experiencias de esas que te imaginas que nunca harías: formarte nueve horas a pleno sol en la explanada de la FIL para ver a Sabina en concierto cuando hace un mes lo viste con toda la comodidad en el Auditorio Nacional; lanzarle tu underwear mientras toca 19 días y 500 noches (gracias a la mano caritativa que me ayudó para tal efecto); ir a la FIL por sólo dos horas, no comprar ningún libro para ti, abstenerte por tercer año consecutivo de llevarte a casa la edición de Todo Mafalda y romper la tradición de comprar en ese evento tu agenda del siguiente año; hacer el cambio de look más radical de tu vida (aunque no les guste a muchos); tirarle a lo grande en cuestiones de trabajo, sin modestia alguna; tomar decisiones importantes de manera clara y con suma seguridad; hacer ese viaje y pasar tu cumpleaños lejos de (casi) todo el mundo; saber que lo has dejado atrás en tiempo record a pesar de lo difícil que ha sido.

Proyectos hay infinidad, decisiones por tomar son tantas, responsabilidades por asumir, retos, sorpresas, sueños, personas que se van, que se quedan, que vuelven, personas que llegan.

Tanto que al final, en el balance anual, sonrío segura sabiendo que se aproximan muchísimas más oportunidades de ser feliz; y quiero tomar cada una.

Bienvenidos a la nueva temporada, bienvenidos a mis veinticuatro.


P.D. A quienes recordaron mi cumple, gracias por sus felicitaciones, buenos deseos y abrazos. Todos son personas lindas e importantes en mi vida, cada uno a su manera. Gracias por hacerme saber que, como siempre, están ahí aunque no siempre a la vista. A quienes lo olvidaron y a quienes pretendieron olvidarlo, cada quien tendrá sus razones, no esperaba menos.

viernes, noviembre 24

Chilango tour V: Chapultepec y regreso


El sábado, aunque Morfeo insistía en irse a las siete de la mañana de mi cama, nos levantamos tarde. Pero entre el abandono de Morfeo y mi abandono definitivo de la camita, mandé otro par de mensajes de texto, nada más porque no quería quedarme con las ganas de decir unas cosas.

A eso de las 10:30 nos pusimos de pie y mientras disertábamos sobre qué hacer y dónde desayunar Chilo llamó, para preguntar los planes que teníamos, le dije que quería ir a Chapultepec, pero que Perla María se negaba que estaba muy cansada y le dolía tooodo (eso fue culpa de Yuri, no mía). Entonces Chilo ofreció ir por nosotras al hotel y llevarnos a Chapultepec y ella estuvo de acuerdo. Quedamos a las doce, mientras tanto nos meteríamos a bañar, iríamos a desayunar y luego al MAP a hacer las compras pendientes.

Hasta que salimos del hotel todo iba bien, aunque llevábamos el tiempo un poco justo. Para el desayuno había mucha gente esperando, por lo que decidimos ir primero al MAP a hacer las compras pero nada más no nos decidíamos por unas cosas y el tiempo se nos vino encima (y por tanto mi madre se quedó sin su regalito del MAP). El desayuno lo pedimos para llevar y volvimos al cuarto de hotel a comer cuando Chilo llamó de recepción. Bajamos entonces a encontrarnos con él con bebidas en mano (y chilaquiles verdes con pollo en la habitación) y emprendimos el camino a Chapultepec.

En las inmediaciones del bosque estaban también el Museo Rufino Tamayo y el Museo de Arte Moderno donde había una exposición de fotografía, que, claro, estaban en el itinerario original del viaje que no mas nos sirvió de entretenimiento en la planeación porque no lo llevamos a cabo.

Total que llegamos (y la casa de los espejos estaba cerrada; puntos menos al itinerario) y subimos (y Perla María se quejó de que le dolía todo) y llegamos. Entonces empezaron las fotos y el recorrido por el Castillo donde la plática fue variada y hubo un momento cómico mágico musical en uno de los balcones.

A la salida, pasamos por el Lago y hasta nos tocó ver a los voladores de Papantla y una exposición de Arte Moderno en las calles donde nos tomamos una foto del recuerdo. Volvimos al hotel temprano y mientras Perla María descansaba, Chilo y yo nos quedamos a beber café en el restaurante del hotel con la esperanza de que no nos corrieran de nuevo. Llegó el momento y era hora de despedirnos definitivamente (¡con lo mala que soy para las despedidas!) así que, cuando por fin él subió a su auto, yo a mi vez subí a la habitación 812 donde Perla María me lanzó una mirada de: ¿ya viste la hora que es? cuando le dije que no tardaba nada en cambiarme.

Me comí el resto de mis chilaquiles del desayuno (fríos sabían bien) y me cambié. Bajamos a pedir el taxi en recepción y luego fuimos a comprar unas pilas. Abordamos el taxi a las 7:25 p.m. según mi reloj (y mi memoria) y, comprendiendo que de llegar tarde Perla María me arrancaría la piel y me destazaría lentamente, le pregunté al chofer cuánto tiempo tardaríamos. Él, en su afán de cómico frustrado preguntó a qué hora debíamos llegar al Auditorio Nacional y yo le dije que a las ocho. Entonces dijo: no señorita, con éste tráfico yo calculo que lleguemos ahí a las nueve y media. Otra mirada asesina hacia mi persona, lo peor es que, con justa razón. Así que le digo al señor: ¿no podremos llegar antes?, mire que si llegamos tarde me matan (lo sé, lo sé, mea culpa, mea culpamaldita-infeliz-desgraciada de mí que no me sé despedir y que llego tarde a los conciertos).

A la voz de agárrense de donde puedan, el chofer pisó el acelerador y maniobró sin piedad hasta dejarnos en el auditorio nacional a eso de las 7:45 p.m. donde, al tocar suelo y ver el reloj, respiré tranquila. Nos dispusimos entonces a encontrarnos ahí, con Sabina (el resto ya lo leyeron en la crónica de MI CITA CON SABINA).

A eso de las 10:45 p.m, salimos del Auditorio Nacional, compramos la playera de York, como recuerdo del evento y nos topamos con una manifestación contra Felipe Calderón (¡caray!, que esta gente no descansa ni los fines de semana). Después con el policía que decía bien amablemente: pásele damita, pásele. Y salimos a pescar un taxi que no nos cobrara en exceso. Estuvimos ahí al menos media hora (es que se me había olvidado lo del plan gandalla y me ganaron los taxis), hasta que por fin me acerqué a un par de taxis que exageraban el costo. Y cuando todo parecía perdido, un taxista nos cobró cien pesitos y nos subimos.

Llegando al hotel, me quité los tacones y bajamos a cenar el en recién fumigado restaurante unos tristes hot dogs (sorry T, pero es que, sin crema, no son lo mismo). Mientras le decía a Perla María que nos escapáramos al bar donde había karaoke y un montón de extranjeritos muy guapos ellos, pero ella me dijo que estaba muy cansada y luego arremetió diciendo más o menos así: ¿crees tú que no me preocupo por ti?, ¿que he podido dormir sabiendo que estás en la calle, con todos los peligros que eso conlleva?, ¿qué no te das cuenta que mientras estás tú allá afuera besuqueándote con quién sabe quién yo me preocupo?, ¿crees que no me importa?… a lo que, un policía que se encontraba en la barra se doblaba de la risa, mientras yo le respondía a Perla: ya sé, perdón, pero no me grites delante de la gente, que me da pena, grítame cuando estemos solas, en el cuarto.

Subimos a la habitación y nos dormimos después de que Perla María se riera hasta el cansancio de mis gritos durante el concierto (grité, porque no podía aplaudir, que conste). Esta vez Morfeo, bastante molesto conmigo (sin que yo sepa exáctamente por qué), me arrancó el placer del sueño a las cinco de la mañana. Envié algún mensaje de texto. Esperé. Nos levantamos, hice una llamada que no fue respondida, nos dimos otro baño y salimos rumbo al café La Habana a desayunar unas ricas enchiladas.

Volvimos y entregamos la habitación a eso de las doce. Pagamos lo que nos restaba por pagar, salimos rumbo al metro con maletas y demás y esquivamos a toda la gente acumulada fuera del teatro Metropólitan que esperaba entrar a ver la función.

Resueltas a no caminar bajamos del metro en la estación de La Raza, donde Perla fue la única persona capaz de detenerse a resolver las dudas de un señor de la tercera edad (fácilmente el señor rebasaba los ochenta años) y tras explicarle qué hacer y darle un boleto del metro, salimos a tomar un taxi rumbo a la Central (Terminal) Norte donde compramos nuestros boletos a las 2:30 p.m. rumbo a Guadalajara.

Vimos muchas películas malas en el camino y comimos fresas alucinógenas en Irapuato para por fin arribar a nuestra hermosa perla tapatía a eso de las nueve y veinte de la noche, donde algún día planearemos un nuevo tour por tierras chilangas.
Nota: No, no fuimos al Papalote Museo del Niño, no, no entramos a Bellas Artes, ni al Museo de Arte Moderno, ni al Museo Rufino Tamayo o al de Antropología. No, tampoco subimos a la Torre Latinoamericana o al Edificio Postal. Pero volveremos, de verdad, volveremos. Así que, estimados defeños, tengan mucho cuidado, porque el día menos pensado este un par de tapatías rondará por sus calles, otra vez.

lunes, noviembre 13

Chilango tour IV: MAP y Coyoacán


El viernes perdí el sueño y mis ojitos se abrieron (irremediablemente) a eso de las 7:00 a.m., mientras Perla María aun era acariciada por Morfeo. Así que, envié un par de mensajes de texto y esperé, y esperé… hasta que ella preguntó la hora y armamos el plan del día.

Fuimos a desayunar a un lugar cercano del hotel y después visitamos el MAP (Museo de Arte Popular) que estaba también muy cerca. Tomamos fotos, nos divertimos viendo la representación de varias escenas de películas del cine mexicano donde todas las formas humanas eran calaveras. Nos acostamos en un mueble que da al tragaluz, tomamos más fotos, nos reímos y terminamos en la tienda del lugar donde buscando algunas cosas nos topamos con unos cerillos que se nos antojaron para T (sigo guardando su identidad), que, como eran los únicos, los compré de inmediato por temor a que a alguien más se le ocurriera hacer la compra. También vimos un caballito para el señor Abel (no, no uno de madera, ni de los de ajedrez, sino uno de esos vasos en los que uno se toma el tequila derecho), y un par de cosas para nuestras madres.

Salimos del MAP rumbo a Coyoacán, pero esperando volver al día siguiente a comprar esas cosas que nos habían quedado pendientes (el caballito, algo para nuestras madres y lo de María Beatriz). Subimos al metro y llegamos –gracias a la línea color verde vómito- a la estación de Coyoacán. Una vez que salimos a la superficie (sí, a mí aún me provoca risa y es la anécdota obligada a contar en todas las reuniones) nos quedamos con cara de ¿jjjjuuuaaaaaat? (traducción simultánea al español: ¿y ahora qué cing*…?)

Afortunadamente, una gentil dama decía a viva voz: Para el centro de Coyoacán, pásele, pásele… entonces le pregunté cuál era el costo del transporte y nos subimos al micro (si, así se dice, ¿verdad?). El amable chofer nos avisó cuando llegamos al Centro de Coyoacán y descendimos del vehículo. Al llegar a la plaza Hidalgo, fuimos secuestradas por un par de payasos (no de personas graciosas-nefastas, sino un par de payasos de verdad), que nos obligaron a tomar asiento y ver su show mientras mi cabecita buscaba la manera de escapar del lugar.

Perla María quedó fascinada con los cómicos estos mientras yo deseaba huir (explico: a ella se le sentaron en las piernas; a mí me dieron un par de porrazos por no aplaudir a tiempo). Por fin, después de todo, terminamos saliendo bien libradas del sitio. Recorrimos la plaza sin encontrar mucha novedad (bueno, es que nos dijeron tantas cosas increíbles de Coyoacán que esperábamos algo espectacular) y terminamos tomando un frappé con pastel de chocolate en un café muy lindo ubicado un el segundo piso que daba a la plaza Hidalgo, justo donde está la delegación (en el post anterior hay dos fotos de las ventanas del cafecito).

Un poco más tarde, Yuri se nos unió y tuve el gusto de conocerlo, mientras bebíamos un poco de té helado y le tomé un par de fotos con Perla María. Después de las cuatro me encontré con Chilo (que estaba agobiado por el trabajo) en el kiosco frente a la delegación mientras esperábamos a Perla y Yuri. Yo tenía ganas de ir a la casa estudio de Frida Kahlo, el resto de los presentes aprobaron la moción (claro, después de que prometí que tras la visita iríamos a comer) y nos pusimos en camino.

El sitio es pequeño, pero acogedor y me causó una extraña impresión estar ahí, dándome cuenta de lo triste que fue la vida de esa mujer que en su tormento, contribuyó con tanto al arte de nuestro país. Su diario me hizo recordar que yo llevaba el mío para que Chilo pudiera verlo, y se lo di en ese momento, temiendo que se me olvidara mostrárselo después.

Nos tomamos unas fotos y salimos. Solicitamos entonces a los caballeros que nos recomendara un sitio para comer (por fin) y ellos no se ponían de acuerdo, aunque lo único que Perla María había exigido era que el lugar estuviera limpio y no tuviéramos que comer de pie.

Caminamos bajo la lluvia con nuestros respectivos paraguas (que yo, como toda mujer precavida, llevé) y al cabo de un rato terminamos en el Jardín Centenario, frente a la estatua de los Coyotes (¿sí son coyotes?), en un restaurante italiano donde degustamos algo de pasta acompañada de pan y, en mi caso, naranjada. Mientras exponíamos a la opinión de los caballeros la vida pseudo amorosa de Perla María (para la mía no hubo tiempo ni interés).

Después de eso, me acordé de los churros rellenos que tanto me recomendaron probar en Coyoacán, pero como estaba más que llena tuve que dejarlos pendientes hasta mi regreso a esa ciudad. Nos despedimos de Yuri y Chilo nos llevó a Perla María y a mí al hotel, trayecto que nos tomó al menos una hora y que nos sirvió para seguir conversando.

En el hotel, Perla María se disponía a dormir mientras yo me cambié de ropa (que no había tiempo como para meterme a bañar y la ropa que traía ya estaba bastante mojada gracias a la lluvia). Por fin bajé, olvidando el diario, y Chilo y yo, tras evaluar opciones, nos decidimos por ir al billar, donde, cómo es obvio debido a mi inexperiencia, él terminó masacrándome. Pero nos divertimos, me reí mucho (con sus preguntas, principalmente) y la pasamos muy bien.

A eso de las doce estábamos de vuelta en el hotel, subí a la habitación por el diario y nos quedamos en el restaurante del hotel conversando mientras él hojeaba las frases que encabezaban los días lo que yo había descrito en esas páginas a manera de resumen de vida. A las dos, cuando yo llevaba sólo un par de cafés, el amable mesero nos dijo que debíamos desalojar el lugar porque estaba por fumigar. Así que, tan educados y correctos como somos, salimos. Ya concientes de la hora, nos despedimos, aunque con muchas ganas de volver a coincidir.

Nota: cuando muy tarde subí a la habitación a las 2:30 a.m. aunque Perla María le diga a todos que yo llegué hasta las 4:00 a.m. El asunto es que, aunque hubieran sido las cuatro, ella no se habría dado cuenta porque estaba sumamente dormida.
Jejejeje... ya sabes que te quiero =OP
(CONTINÚA... TODAVÍA)

Chilango tour III: tour cultural y la condesa rocks

Después de mi ferviente labor de convencimiento hacia Perla María, el jueves empezamos el día yendo a la Villa (y ya chole con el jodido chiste ése de la silla). Llegamos en Metro (les digo que nos volvimos especialistas en transportarnos así), pasamos, tuvimos un momento de oración y reflexión, salimos a prender tres veladoras (una por ella, otra por mí, la otra por María Beatriz que se nos quedó en Guadalajara) y visitamos la antigua Basílica para que Perla María tomara fotos.

Nos regresamos al hotel ya con el tiempo encima y nomás una barrita integral en la panza y como medio litro de agua. Llegamos, y nos alistamos de nuevo para ver a Janine y Ernesto en la estación Juárez, a las once. Ahí estaba la feliz pareja (de verdad, son la pareja más linda que he visto en años), esperándonos para darnos un súper tour. Así que, guiadas por ellos, caminamos por Bellas Artes, el Banco de México, La casa de los azulejos, el Zócalo, la Basílica Metropolitana y las nuevas ruinas que encontraron por ahí recientemente.

Entre charla amena, compartimos anécdotas cómicas y otras más serias, hablamos de contaminación, hicimos cuadros comparativos entre su ciudad y la nuestra, y el hambre nos llevó a un restaurante de comida china donde nos deleitamos comiendo al por mayor y hasta llevando de reserva. Nos despedimos de ellos cerca de las 3:30 p.m. y llegamos corriendo al hotel para que Perla María se alistara para ver a Yuri, mientras yo localizaba a Rick para confirmar si nos veríamos ésa tarde.

Por fin, ella se fue con Yuri a caminar más y yo me di una ducha mientras Rick llegaba por mí al hotel. La idea era ir a una fiesta de roqueros o a un evento de rock (no doy más detalles porque él es figura pública). Así que armé mi atuendo con lo más roquero que encontré en mi guardarropa (blusa doble de tirantitos, zapatillas abiertas, jenas rotos). Me dejé el cabello rizado y suelto, puse algo de rimel en mis pestañas y un poco de sombra en los párpados y hasta algo de gloss en los labios. Lo que pasa es que el pobre de Rick me había visto en fotos y no quería confrontarlo con la cruda realidad de mis ojeras y mi cara lavada a la primera impresión en persona.

Recibí su llamada de recepción y bajé. Después de saludarnos y de que él dijera que yo soy altiiiiiiiiiiiisima (cuestión de hacer sumas: 1.75 de estatura + 10 centímetros de zapatos) decidió que, para hacer tiempo a que empezaran ya sea la fiesta o el evento) me llevaría a tomar algo a la Condesa, aprovechando que mi look era muy fresa (y yo que me sentía en la facha total!!).

Llegamos a un bar y yo me tomé un capuchino y él una coca-cola mientras hablábamos de una cantidad de cosas impresionantes entre las que se incluían la música, la viad en el D.F., algunas anotaciones personales sobre nosotros mismos, la astrología, la metafísica y bueno, se nos fue la tarde. A eso de las nueve salimos de ahí, caminamos un poco por la zona (mientras llovía ligeramente) y terminamos optando por el evento de rock (una presentación de varias bandas) en el que participaban unos amigos suyos.

Llegamos ahí en Metro (terriblemente odiosa la estación de Chabacano, de verdad). El ambiente no le fue del todo cómodo a mi acompañante así que recorrimos el lugar y después salimos a hacer tiempo. Por cuestiones del destino (y de la hora) terminamos sentados en una banqueta junto a un poste de luz (sí, era imagen para una postal). Le avisé a Perla María que llegaba a más tardar a la una y media al hotel y dadas las once volvimos al lugar del evento a ver tocar a los amigos de Rick.

Ciertamente, todos los presentes iban en jeans y tenis y con un look sumamente despreocupado, por lo que yo, como que desencajaba. Pero me tranquilicé y me dediqué a escuchar haciendo un esfuerzo sobre humano y, aclaro, no porque la música me disgustara (aunque no es mi estilo musical) sino más bien por la chica treintañera con mentalidad de chiquilla de catorce años que bailaba enérgicamente como para demostrarle a todos su gran capacidad de recibir ataque epilépticos de pie (y hablando de pies que me ha metido un par de pisotones que para qué les cuento).

Total, a las doce ya habían terminado de tocar estos chicos y Rick y yo nos sentamos un momento a conversar un poquito más sobre aquello que pensamos cuando nos vimos en foto y lo que pensábamos ahora, estando de frente. Sin saber exactamente el tiempo que hacía de ahí hasta el hotel, le pedí a Rick que nos retiráramos. Él se despidió y salimos por fin. Caminamos bajo la lluvia y tomamos un taxi. A pesar de las propuestas de seguir juntos algunas horas más, terminé volviendo al hotel a la una en punto y él comprendió que de seguro Perla estaría preocupada por mí y que yo debía de cumplir mi promesa de llegar a más tardar a la una y media. Así que nos despedimos, bajé del taxi y luego intercambiamos un par de mensajes más al celular. Donde hacíamos referencia a la magia.

Perla María me contó de su travesía a pie por toda la ciudad al lado de Yuri y yo le hice el resumen de mi día mientras me comía una barrita integral (moría de hambre porque no había cenado, a diferencia de Perla María que disfrutó d unas enchiladas suizas en el café La Habana). Cuando quise plantearle la propuesta de ir temprano al Papalote Museo del Niño ella respondió que “no pensaba levantarse temprano al día siguiente, bajo ningún motivo”. Así que, sabiendo que podríamos quedarnos la noche en vela charlando (o discutiendo), le di las buenas noches y me metí a la cama.

Al poco rato (después de los quejidos de que le dolía todo su cuerpo) Perla María preguntó: “¿estás despierta?”, yo, conciente de que la noche anterior las horas nocturnas de conversación habían empezado con esa pregunta respondí: “No. Lo que usted está escuchando es una grabación. Por favor, guarde silencio e intente dormir”. Estallamos en risas y cada vez que yo intenté hablarle de algo durante la noche ella respondía: “lo que usted está escuchando es una grabación”. ¿Cómo culparla?

martes, noviembre 7

Chilango tour II: burocracia, libros y café

Aprovechando el viaje al D.F. me dispuse a tramitar allá, personalmente, la cédula profesional. El bell boy nos había dado instrucciones precisas: toman el metro, bajan el la estación Miguen Ángel Quevedo, a dos cuadras está la avenida Miguel Ángel Quevedo, caminan tres cuadras más a la izquierda y están ahí en la Dirección General de Profesiones.

Si hasta gusto nos dio que todo fuera tan fácil (Ingenuidad: 2, Tapatías: 0). Decidimos ir caminando, total, eran sólo cinco cuadras. Bajamos del metro, llegamos a la avenida Quevedo y caminamos rumbo a Insurgentes Sur. Encontramos el Fondo de Cultura Económica, la Gandhi (la más grande de la ciudad) y hasta un par de cafés donde podríamos haber desayunado.

Cuando llevábamos minutos eternos caminando sobre Insurgentes Sur (donde vino a nuestra mente el señor R, mejor conocido como "El hombre ideal") decidimos subirnos a un taxi, del cual nos bajamos, dos minutos después, claro, porque ya estábamos muy cerca del lugar. Amablemente y con mi mejor cara (bueno, no pidan mucho que dormimos mal, no habíamos desayunado y nos fuimos ahí después de dejar maletas en el hotel) veo una fila de personas y pregunto a los dos chicos del final: ¿esta es la fila para el trámite de la cédula? A lo que ellos amablemente responden que .

Esperamos 45 minutos y cuando íbamos a llegar nos dimos cuenta de que la fila era para que una doña les llenara las formulas del SAT no. 5 a máquina y la solicitud para la cédula, cobrándoles la módica cantidad de veinte pesos por forma. Obviamente, yo tan previsora como suelo ser, ya llevaba la solicitud llena y la fórmula del SAT pagada. Así que me dirigí a otra fila, hice la misma pregunta y me dieron la misma respuesta, pero no me la creí del todo (Ingenuidad: 2, Tapatías: 1).

Cuando por fin llegué al inicio de la fila la chica me dice: si, está bien. Nada más que necesito que compre otra fórmula del SAT y pague en el banco (evento simultáneo en mi cabeza: ¿quéeeeeeeeeeeee? ¿en el banco?) treinta y seis pesos (cabeza de Sue: no maaaaaaaaammm… ¿36 pinches pesos?), por el concecto (no, no lo escribí mal a propósito, estoy siendo literal) de devolución de documentos (cabeza: ¿y por qué demonios me van a devolver los documentos o cuándo me los devolvieron?). Acto seguido la chica se desentendió de mí (y de mi cara de estupefacción combinada con expresión psicópata) dijo: el que sigue por favor.

Salí, le expliqué a Perla María el asunto, compré la fórmiula del SAT salimos en busca de un banco, pagué los jodidos 36 pesos, acomodé mis papeles, volví a la fila y al llegar la chica me dice: muy bien, pase por favor, siéntese. Va después de el señor de chamarra negra.

Respiro, me siento, respiro. Leo un cartel que dice: documentos originales para su trámite, lo repaso. Tengo todo. Sonrío. Leo otro cartel que dice: copias que se necesitan de sus documentos originales. Leo. Se me borra la sonrisa. Le pregunto a la chica si necesito ésas copias (de prácticamente todo) me dice que si. Pregunto si es que tiene copiadora ahí. Dice que no, pero a media cuadra hay un centro de copiado (mentadas mentales).

Le informo a Perla María, vamos al centro de copiado, saco veinte copias de cada documento, por el frente, por detrás y por los costados. Ordeno de nuevo mis papeles, veo el reloj. Tenemos ahí más de dos horas. Perla María trata de tranquilizarme.

Volvemos, me formo, espero turno. Por fin paso a ventanilla. Entrego los papeles, las fotos. Increíble que toda mi vida académica cabe en una carpeta doble carta. Me reciben los documentos, me regresan un ciento de copias porque “sobran”. Me dicen que van a darme el comprobante para mi cédula. Que espere.

Salgo, buscando a Perla María, cuando me ve me pregunta, molesta: ¿y ahora qué? Me río, me vuelvo a reír. Le explico que debemos esperar a que me nombren. Pasamos a la sala de espera, de ahí debo ir al módulo de DHL a pagar por el envío. A ella no la dejan pasar. Me formo en la fila, un chico empieza a hacerme preguntas como ¿creés que si uno vive en un pueblito se tarden más en hacer el envío?, yo, para no aburrirme le digo: bueno, supongo que depende más de la distancia, ¿de dónde eres?, él responde: de Morelos. le digo: entonces seguro llega pronto, yo vivo más lejos. Pregunta: ¿de dónde eres?, respondo: de Jalisco (sonrío, siento que el chico está intentando ligarme). ¿Del mero Jalisco?, pregunta. (En mi cabeza: ¿cómo que si del mero Jalisco?, ¿qué espera que le diga?, no, del mero Jalisco no, más bien del Jalisco-Durango-Nayarit) se pierde el encanto. Sí, del mero Jalisco, respondo. Perdón, recapacita, quería decir que si de la capital. Sonrío, sí de Guadalajara. Él pasa a su turno, luego yo al mío.

Saliendo llamo a Chilo. Él y David nos alcanzan para almorzar-comer con nosotras en un restaurante de franquicia para Very Important People. Y sí, todo el mundo nos dice que por qué fuimos tan lejos para terminar comiendo ahí. Yo respondo: ¡pues porque teníamos un freiegamadral de hambre!

Durante el almuerzo-comida Chilo se empeñó en decirnos lo riesgoso que era andar en la ciudad. Nos preguntó en dónde llevábamos el dinero y nos rehusamos a responder, porque, en efecto, el dinero no estaba en nuestras bolsas (ni en ningún otro sitio visible). Amenizando la comida hablando de inseguridad, Perla María se me preocupó un poco, aunque yo sabía que Chilo bromeaba y por fin él le explicó que sólo quería divertirse diciéndonos todas esas cosas.

Después del almuerzo-comida y de que Chilo y David debían de volver a sus deberes laborales, nosotras tomamos un taxi rumbo a la Gandhi desde donde le mandé un mensaje a York preguntándole qué libros quería que le comprara). Me mandó una lista, pregunté y no había uno solo de ellos. Después vimos libros, calendarios y terminamos por sentarnos a tomar un café y a ver postales que nos hicieron pensar en algunas personas a las que, sin dudarlo, les trajimos una.

Un señor de una mesa cercana, al escucharnos hablar, se percató de que no éramos de ahí (tal vez fue en el momento en el que Perla María me dijo que yo había ido al D.F. con toda la intención de besuquearme con más de algún chico, a la que yo respondí: podré besuquearme con todo el mundo, pero mi corazón sólo pertenecerá a un chilango (mi frase se hizo célebre, aunque sólo estaba bromeando). El señor, que seguro pisaba ya la cincuentena de años pero que no era mal parecido y que, de paso, lucía muy muy interesante, se acercó a nuestra mesa a decirnos: provecho. Y ahí están el par de tapatías medio derretidas y con ganas de que se hubiera sentado a sacarnos algo de plática en lugar de haberse ido.

De ahí al Fondo de Cultura Económica a preguntar por los mismos libros de York (mandarle un mensaje a otro amigo para ver si quería algún libro) y de vuelta al Metro (que terminó siendo uno de nuestros dominios) para volver al hotel. Sacar las cosas de la maleta, darnos un baño y alistarnos para la cena.

El día fue eteeeeeeeeerno. Salimos a cenar a eso de las 8:30 p.m. a unas tres cuadras del hotel y volvimos temprano a seguir charlando. Pedimos una cerveza al room service (que sí, a mí se me cayó la mitad de la chela) y recibimos la llamada de la mamá de Perla María quien tomó fotos a diestra y siniestra y no se incomodó en ningún momento ante mi costumbre de pasearme en ropa interior por la habitación. Por fin unas horas después concebimos el sueño.

P.D. Las fotos se las debo porque el blog no me ha dejado subirlas, pero con gusto pueden consultarlas en el Blog de Perla María (que es el nombre artístico de Perla) en la dirección. Advertencia: no apto para cardiacos ni personas que no pueden tener emociones fuertes

http://alquimiaperlavr.spaces.live.com/PersonalSpace.aspx?_c11_PhotoAlbum_spaHandler=TWljcm9zb2Z0LlNwYWNlcy5XZWIuUGFydHMuUGhvdG9BbGJ1bS5GdWxsTW9kZUNvbnRyb2xsZXI%24&_c11_PhotoAlbum_spaFolderID=cns!5D20891DA578792C!871&_c=PhotoAlbum

Jodida jodidez

En uno de esos oscuros y lejanos (¡ajá!) días en que todo en mi vida era tristeza, mientras compartía la jodidez de mis días con un amigo le dije:

Yo: Lo he decidido. Me voy a tirar a la perdición.
Él: ¡No!
Yo: No intentes disuadirme. Me voy a tirar a la perdición
Él: No intento disuadirte sólo digo que no, que la perdición no se va a dejar que te la tires

Esto es lo que yo llamo un ejemplo perfecto de la jodida jodidez.

lunes, noviembre 6

Chilango tour I: el arribo


A eso de las siete de la mañana Perla María se giró al asiento que estaba tras el suyo en el autobús, donde estaba yo con la cobija hasta la cabeza para decirme la frase: ya llegamos. Sobra decir que fuimos las últimas en bajar, debido al montón de chunches que llevábamos cargando (sin contar maletas, claro).

Una vez puestos los pies en tierra chilanga, procedimos a meditar cuál sería el próximo paso y, como buenas mujeres, coincidimos totalmente: ir al sanitario. Llegando ahí, nos dimos cuenta de que era preciso pagar el uso de suelo (y agua y papel higiéniso), lo cual nos pareció raro, pero no del todo (¿qué quieren que les diga si en mi rancho el agua natural y el uso del escusado suelen ser gratuitos?). Así que procedimos a sacar nuestros tres pesotes por cabeza y a pasar.

Fui la primera en entrar a los servicios. Como toda tapatía, fuereña y provinciana, me formé pacientemente a esperar mi turno, pero entonces me di cuenta de cómo eran las cosas y vino a mi mente una paloma iluminada que me dijo al oído: si no te alistas y entras en el juego de “plan gandalla” no vas a entrar al baño nunca. Así que, peleé mi sitio y mi derecho y cuando salí de ahí, finalmente, le expliqué a Perla María de qué iba el asunto.

Ella tuvo menos problemas que yo, y cuando terminamos con ésos menesteres, acordamos ir en metro hacia el hotel. Ya nos habíamos estudiado la ruta: tomar la línea amarilla en dirección a Pantitlán (¿o era Politécnico?), transbordar en la estación siguiente (La raza), tomar después la línea color verde vómito con dirección Universidad, bajarnos en la estación Juárez y de ahí salir a preguntar por la calle del hotel (cuya dirección nos sabíamos de memoria). Sonaba fácil, ¿no?

Así que esquivamos a los taxistas de la central que insistían en llevarnos, caminamos hasta la estación del metro, ubicamos la dirección y nos subimos sin problema. Llegando a La Raza nos bajamos y seguimos los señalamientos rumbo a la línea color verde vómito. La sorpresa fue que hay que caminar, y caminar y caminar, y allá vamos Perla María y yo cargadas de maletas, papeles, cobija (que en el camión me iba a dar frío) y demás chunches cuando por fin damos con las escaleras y pensamos: lo bueno es que nos ha tocado bajar escaleras, no subirlas. Y entonces como Ley de Murphy nos tomamos con que debemos de subir exactamente las mismas escaleras. Y entonces pensamos: esto parece un mal chiste.

Por fin después de kilómetros subterráneos y escaleras por aquí y por allá, dimos con el sitio exacto donde debíamos de tomar el metro, pero debido a la hora (que ya eran como las 8:00 a.m.), el metro iba lleno, ¡qué digo lleno!, retacadísimo. Así que, Perla María en su actitud de niña tapatía y delicada se rehusó a subirse al metro en ésas condiciones. Estuvimos ahí, paradas con maletas y accesorios esperando a un metro que tuviera espacio para nosotras.

Por fin llegó un metro casi vacío, nos alegramos de tener tan buena suerte (¡pobres ilusas!) y nos acomodamos a nuestras anchas aunque de pie, porque Perla María se negó a sentarse diciendo que eso entorpecería nuestro descenso. Cuando acordamos ya éramos víctimas de los estrujones y falta de espacio (aunque de arrepegones, no más el que yo le dí a Perla). En un santiamén el metro se había llenado (eso o que todos nos habían echo la malobra de subirse en nuestro vagón). Notamos entonces los rostros de estrés, la tensión en los cuellos, el silencio sepulcral. Perla María y yo comenzamos a hablar, pero poco y muy bajo tratando de no evidenciar que éramos fuereñas. Y cuando quise ponerle ambiente al asunto ella se negó a que fuéramos contando chistes de chilangos todo el camino argumentando que nos iban a linchar.

Por fin estábamos a una estación de la nuestra y al otro extremo de las puertas. Así que Perla María lanzó un fatal: no vamos a alcanzar a bajarnos. A lo que respondí: claro que sí. Tú dices “con permiso” y te vas moviendo entre las personas, si se pone rudo el asunto empleas la técnica hombro-codo-hombro (que se basa en abrirse paso con los hombros y golpear con los codos las costillas de las personas que no lo dejen pasar a uno). Entonces me ofrecí a ir delante para facilitarle el camino.

Llegamos a Juárez y a mi tercer “con permiso”, justo a mitad del camino, se cerró la puerta. Así que volteé a donde estaba Perla María y le dije: efectivamente, no alcanzamos a bajarnos.

Descendimos en la siguiente estación. Y pensamos en salir, tomar un taxi que nos llevara al hotel, al final de cuentas no debíamos de estar tan lejos. Cuando no entendimos la señalización (ya haré un post completo dedicado al metro) nos atrevimos a preguntarle a un señor: disculpe, ¿para salir?, y él voltea y me ve: ¿para salir a dónde? Y yo con la carota de proviciana le digo: pues a la superficie. El hombre contuvo la risa y me indicó el camino. Aunque al final decidimos volver en metro.

A eso de las nueve llegamos al hotel. Nos registramos, pagamos y le preguntamos al bell boy (que no era tan boy) cómo llegar a la Dirección General de Profesiones en metro. Comimos unas barritas nutritivas (aunque Perla María se burló de mí por llevarlas), tomamos mis papeles y salimos a la nueva aventura.


(CONTINUARÁ)

viernes, noviembre 3

Mi cita con Sabina

NOTA PRELIMINAR: Esta entrada es muy muy extensa porque detalla muchas cosas. La idea es compartir un poco de lo que viví en el concierto, con aquellas personas que gusten pasearse por aquí y dejar que las letras los acerquen a la presencia de Sabina, a la experiencia de verlo en vivo.

Dedicado a Paco, a Valenzuela, a Leonardo y a todos aquellos que se sumen a esta complicidad a través de mi crónica. Y a Perla que estuvo ahí, aunque se burle de cómo grito de emoción y de lo mal que canto.

El hombre del traje gris subió al escenario puntual, con sombrero, bastón y maleta y el viaje empezó con los acordes de Aves de Paso a las flores de un día, que no duraban, que no dolían, que te besaban que se perdían… rezaba el coro para después incluir la lista donde cualquier chica encontrará su categoría: A Justine, a Marylin, a Jimena, a la Mata-Hari, a la Magdalena, a Fátima y a Salomé.

Después los desgarradores acordes que, en su romanticismo me trajeron de vuelta momentos, aromas, sueños imposibles que fueron posibles alguna vez. Una de las canciones más hermosas de Sabina, una de las pocas que cuenta la complicidad de amar a alguien justo en el momento en que ése alguien nos corresponde. Soporté sin lágrimas las frases de la primera parte desde la línea de inicio: ahora que, nos besamos tan despacio… ahora que te desnudo y me desnudas… ahora que, nada es sagrado, ni sobre mojado llueve todavía… ahora que las tormentas son tan breves y los duelos no se atreven, a dolernos demasiado... a éste punto la garganta cerrada me impedía cantar y luego llego la frase y esa letra (¡una sola letra!) que cambió todo el sentido del ahora que casi siempre tengo ganas, de trepar a tu ventana y quitarte el antifaz.

Vino la tercera canción de la noche. Y hubo alguien en quién pensar, y en quien seguir pensando siempre que la escuche. Supe de inmediato que ésa era la canción que prometí dedicarle mientras la voz de Sabina iba desgranando cada letra: Que no arranquen los coches, que se detengan todas las factorías, que la ciudad se llene de largas noches y calles frías… porque voy a salir esta noche contigo y aún lo digo así: que se muera el olvido… porque voy a salir esta noche contigo, se quedaran sin coartada los criminales y serás mi invitado en paraísos artificiales… y seremos los gatos más canallas de los mortales. Esta última frase, es una promesa.

Con el afán de complacer a Perla, Sabina siguió con Mentiras Piadosas diciendo yo le quería decir que el azar se parece al deseo, que un beso es sólo un asalto y la cama es un ring de boxeo, que las caricias que mojan la piel y la sangre amotinan se marchitan cuando las toca la sucia rutina… Y así fue como aprendí que en historias de dos conviene a veces mentir que ciertos engaños son narcóticos contra el mal de amor. Y ahí nosotras, soa chicas tapatías que aún no comprenden si es mejor que nos cuenten la verdad o nos hagan creer un par de mentiras.

Y continuó el andaluz contando hasta Siete Crisantemos que si alguna vez he dado más de lo que tengo, me han dado algunas veces más de lo que doy. Tan cierto como eso de que puede que no exista el sitio a dónde voy ¿o alguien tiene la certeza? Atinado como suele serlo, Joaquín rezaba: lo bueno de los años es que curan las heridas, lo malo de los besos es que crean adicción. ¡Apelo a los años que me faltan, aunque me duelan los besos que no doy!

Y de pronto sonaba la guitarra conduciéndonos a la posada del fracaso donde no hay consuelo ni ascensor, el desamparo y la humedad, comparten colchón. Y todos a coro vaciábamos la garganta preguntando ¿Quién me ha robado el mes de abril?, ¿cómo pudo, sucederme a mí?

Después hubo un alto donde Sabina explicó haciendo poesía “…Vine con tequilas a igualarme en el lenguaje. Bajo del ascensor con mucho estilo/ me arreglo en Coyoacán mi paliacate/ burlo la amargura del destino/ por el camino real de mi paraje/ me espera el epitafio de Sabines los muertitos de hambre con canana/ las malinches que besan gachupines…” y más de alguna malinche gritó extasiada. Y la música nos condujo por El Bulevar de los Sueños Rotos donde …se escapó de una cárcel de amor, de un delirio de alcohol, de mil noches en vela y sin duda alguna me sumo a la procesión ésa por la que desconsolados van los devotos, de San Antonio pidiendo besos.

Después en Pie de guerra, con la primera canción que Joaquín deshojó, de su último disco, Alivio de Luto, como todas las guerras que lidiamos en la cotidianidad de nuestros días cuando la realidad se burla de la esperanza (¡es que a mí me ha traído tantos recuerdos!) haciéndonos ver, lo que iba a ser, la mierda que ha sido. Al final sólo resta decirnos puestos a desangrarnos tú contra yo, ¿por qué no hacemos las paces?.

Llegó el abstract de la noche con Resumiendo porque nos tocaba crecer y crecimos, vaya si crecimos, cada vez con más dudas, más viejos, más sabios, más primos, pero todo se acaba, ya es hora de decirte ciao, me ha citado la luna en Corrientes esquina Callao.

Mientras nuestro siempre bien amado gachupín descansaba un poco la garganta, Pancho Varona nos llevó de la mano con su guitarra por las notas de Cielito Lindo. Para después enlazar con las partituras de Conductores Suicidas donde todos nos preguntábamos retóricamente ¿cómo te has dejado llevar a un callejón sin salida?.

Olga Román salió al quite entonces con una canción titulada Marilyn Monroe que, en los 80´s, hiciera famosa Ana Belén, en la que intervinieron todos los miembros de la nombrada por Sabina Banda del Titanic, porque, según dijo “ellos siguen tocando mientras yo me hundo” para tener sus minutitos de protagonismo en esa noche que salpicaba magia.

Pancho Varona tomó el micrófono después para decirnos que a continuación nos cantaría una copla que tuvo “el honor de componer junto con Sabina y el Subcomandante Marcos” y empezó con los acrodes de Cómo un dolor de muelas que, a mi gusto, pasó sin pena ni gloria y que sólo sirvió para que el público tomara un respiro.

Fue así como, mientras todos afinaban las cuerdas vocales, Joaquín descansaba las suyas para volver después al escenario y decirnos a todos: disculparán ustedes pero yo organizo mi repertorio como mejor me conviene, y por eso ahora va a cantar alguien que sí sabe. Y Olga salió de los coros para porotagonizar el momento mientras las palabras le fluían desde el Me lo dijeron mil veces, mas yo nunca quise poner atención. Cuando vinieron los llantos ya estabas muy dentro de mi corazón hasta el Eres mi vida y mi muerte, te lo juro, compañero, no debía de quererte, no debía de quererte y sin embargo te quiero...

El público se desató cuando Joaquín volvió a la carga aprovechando la estupefacción y deleite de los presentes y cantó: de sobra sabes que eres la primera que no miento si juro que daría por ti la vida entera, por ti la vida entera y sin embargo un rato cada día ya ves, te engañaria con cualquiera … que terminó por volverse tan desoladora y triste después del estallido alegre y esperanzador de aquél y cuando vuelves hay fiesta en la cocina y bailes sin orquesta y ramos de rosas con espinas, pero dos no es igual que uno más uno y el lunes al café del desayuno vuelve la guerra fría y al cielo de tu boca el purgatorio y al dormitorio el pan de cada día.

Muchos rompiendo en aplausos, otros en llanto, mantuvimos el sentimiento, tranquilamente sentados en nuestras butacas hasta que Sabina cantó, guitarra en mano, los últimos versos de Calle Melancolía ...trepo por tu recuerdo como una enredaderaque no encuentra ventanas donde agarrarse, soy esa absurda epidemia que sufren las aceras, si quieres encontrarme, ya sabes dónde estoy. Pero no, definitivamente es que a veces cuando queremos que nos encuentren, no quieren encontrarnos.

Y aprovechando la tristeza los Pájaros de Portugal fueron evocados en voz de nuestro cantante porque no conocían el mar y se les antojó más triste que en la tele, pájaros de Portugal, sin dirección ni alpiste ni papelesy yo coincido qué vacío deja la ansiedad… qué pequeña es la luz de los faros de quien sueña con la libertad.

Entonces Sabina nos regaló Una canción para la Magdalena y advirtió que si, a media noche, por la carretera que te conté, detrás de una gasolinera donde llené, te hacen un guiño unas bombillas azules, rojas y amarillas, pórtate bien y frena porque ella es dueña de un corazón, tan cinco estrellas, que, hasta el hijo de un Dios, una vez que la vio, se fue con ella. Y nunca le cobró la Magdalena.

El Auditorio Nacional se fundía en un mismo ritmo dejando escapar uno que otro suspiro cuando Joaquín continuó Algunas veces vuelo y otras veces me arrastro demasiado a ras del suelo... y todos recordamos esos días en que el alma necesita un cuerpo que acariciar porque algunas veces busco un adjetivo inspirado y posesivo que te arañe el corazón. ¿A quién no le ha pasado eso de duermo y dejo la puerta de mi habitación abierta por si acaso se te ocurre regresar?... y algunas veces suelo recostar mi cabeza en el hombro de la luna y le hablo de esa amante inoportuna que se llama soledad y antes de acabar la canción la voz de Sabina tejió con ritmo una confesión: nos sirvió para el último gramo, el cristal de su foto de boda, no faltó ni el desfile de moda de ropa interior y sigo pensando en eso de hay caprichos de amor que una dama no debe tener. Y después … ¿para que mas detalles? ya sabéis… copas, risas, excesos, ¿como van a caber tantos besos en una canción?. Siempre es Peor para el Sol.

Como si todos nos hubiéramos bebido los tequilas que él se bebió para aliviar la garganta empezamos a decir yo no quiero un amor civilizado... yo no quiero París con aguacero, no Oaxaca sin ti… lo que yo quiero corazón cobarde, es que mueras por mí. Y morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres porque el amor cuando no muere mata porque amores que matan nunca mueren.

Pero antes de que el ánimo se estacionara en irreparable melancolía Joaquín dió una vuelta de tuerca haciendo que nos levantrátamos del asiento a cantar con La del pirata cojo con pata de palo, con parche en el ojo, con cara de malo, el viejo truhán, capitán de un barco que tuviera por bandera un par de tibias y una calavera. Y así se retiró del escenario al igual que sus músicos dejándonos con la adrenalina a tope y un tanto desconcertados, temiendo que hubiera llegado el final.

Fue Antonio García de Diego quien volvió a acariciar el teclado y contarnos: puedo ponerme cursi y decir que tus labios me saben igual que los labios que beso en mis sueños, puedo ponerme triste y decir que me basta con ser tu enemigo, tu todo, tu esclavo, tu fiebre, tu dueño. Y si quieres también puedo ser tu estación y tu tren, tu mal y tu bien, tu pan y tu vino, tu pecado, tu dios, tu asesino... y de la adrenalina a tope y el brincoteo rítmico nos fue deshaciendo en el asiento con la musicalidad de estas palabras que nos arrancaron un sincero aplauso y algún suspiro cuando entrecerrábamos párpados y se nos llenaban de flash backs. ¿Cuántas veces hubiéramos querido decir lo mismo?

Los músicos se amotinaron de nuevo en el escenario y Olga estalló con sutileza la potencia de su voz como si contase un cuento de Hadas que desde que empieza termina muy mal con su hay una lágrima en el fondo del río, de los desesperados, Adán y Eva no se adaptan al frío llueve sobre mojado. Bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, ya no sabe a pecado, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, llueve sobre mojado para que Sabina se sumase con la siguiente estrofa a la que le cambió la segunda línea (me fue imposible captar lo que dijo). Sin duda perdí la cabeza con eso de dormir contigo es estar solo dos veces, es la soledad al cuadrado, todos los sábados son martes y trece, todo el año llueve sobre mojado. Bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, cada cual por su lado, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, llueve sobre mojado.

Y de ahí enlacé el sentimiento de jodidez a elevadísima potencia cuando escuché: entre la cirrosis y la sobredosis andas siempre, muñeca. Con tu sucia camisa y, en lugar de sonrisa, una especie de mueca y es que a veces uno se queda con tantas ganas de decir: ahora es demasiado tarde, Princesa, búscate otro perro que te ladre… Por si fuera poco, la jodidez se trasladó de lo circunstancial a lo personal con la siguiente canción, tantas veces dije que ni yo bordo pañuelos ni tú rompes contratos ni yo mato por celos ni tú mueres por mí sabiendo que es tan cierto que como pago al contado nunca me falta un beso pero cada vez son más tristes las canciones de amor.

Si él lo hubiera querido, hubiera sido suya en mente, cuerpo, alma y voz, desde el primer acorde hasta la última letra. Amé verlo en vivo con sus (mis, nuestras) 19 días y 500 noches. Lo nuestro duró, lo que duran dos peces de hielo en un on the rocks, en vez de fingir, o estrellarme una copa de celos, le dio por reírDijo hola y adiós, y, el portazo, sonó como un signo de interrogación. No pidas perdón, ya estás perdonado, porque ya no me importa, siempre tuve la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta.

Escuché entonces esa canción dedicada a Chavela Vargas a la que, Sabina dice no creerle aunque ella insista en que va a retirarse porque también dice que no va a casarse con él, pero él cree que sí. En lo personal, no me gustaba. No hasta ahora que entiendo su magia, sus buenos deseos, la manera en que Joaquín escribe estas convicciones, lo justo de cada letra, la exactitud de las palabras y bueno… ahora es una de mis favoritas y sigo esperando Que las verdades no tengan complejos, que las mentiras parezcan mentira, que no te den la razón los espejos, que te aproveche mirar lo que miras… que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena. Que no te compren por menos de nada, que no te vendan amor sin espinas, que no te duerman con cuentos de hadas, que no te cierren el bar de la esquina.

Joaquín volvió al micrófono sentado sobre su silla para decir “nos gustaría seguir la fiesta pero estamos afectados de salud” así fue como introdujo su despedida para rematarla haciendo lo que nos encanta que haga …nos dijimos adiós, ojalá, que volvamos a vernos…

Música, baile, canto, sudor, lágrimas, suspiros, promesas, recuerdos, poesía… todo fue al final, un derroche de magia cómplice a lo largo de más de dos horas y media y veintiocho canciones. México estuvo completo ahí en miles de personas que llenamos el lugar para hacernos uno con ése andaluz.

Él lo ha dicho: nosotros solemos irnos y venirnos. Pero entre irnos y venirnos, nos gusta más venirnos, sin duda.

Yo coincido, como asi siempre con él y que así sea.