Son las diez y treinta y cinco de la noche. Es la víspera de año nuevo. Hoy amanecí en Alemania y algo me hizo pensar en ti. Otras ciudades europeas han quedado atrás: Madrid, París, Bruselas, Brujas, Amsterdam, Londres y Dublín. El año nuevo habrá de encontrarme aquí, en el frío sureste alemán. Es un invierno intenso, hay nieve en las calles, a pesar de que ha dejado de nevar hace dos días. La mayoría de los turistas aquí, ahora, provienen de Italia; beben mucho y hablan rápido. A mí el clima me da ocasión para volver pronto a mi habitación y pasar tiempo aquí. Me da la oportunidad de pensar, y he pensado en ti. Pensé en aquella vez que salimos, la última. Me dijiste que era triste pensar que ya no podríamos volver a hacer aquello: salir, ver una película, beber un café, conversar. En ese momento, te dije que volvería y que podríamos hacerlo de nuevo. Te lo dije, y al hacerlo, estaba totalmente segura de ello. Ahora lo recuerdo y lo pienso de nuevo. Quizás eras tú el que tenía razón. Y sí, es triste. Tengo muchas ganas de verte, de conversar contigo, de contarte de cosas tontas como vestidos y zapatos, de hablarte de las cosas importantes, como de mis ganas de tener hijos (las irremediables ganas que no sé si me contagiaste o sencillamente florecieron justo cuando pisé tierras extranjeras). En fin. no quiero perderte entre mis letras, así que voy a concluir esto ya mismo, resumiendo: pensé en ti, te extraño y espero que ambos estemos equivocados y que pronto haya ocasión para vernos y conversar, bajo cualquier excusa, y evocar esa magia que hace que nuestras realidades tan distintas comulguen en un instante, quizás como antes.
1 comentario:
lo ultimos renglones son como un edicto entonces que suceda no impoprta en que latitud no importa si es una ciudad nueva, llena de castillos o bruma nebulosa a causa del clima
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