Tu fantasma sigue rodando mi cabeza, rozando mi cuerpo de vez en vez. Ha creado un místico desconcierto. Un hechizo alimentado por la distancia. Y ahí, el chispazo de un diálogo espontáneo emerge de entre el polvo de meses que se hicieron años. Entonces la luz del entendimiento sacude las sobras del ambiguo recuerdo. No fuimos más que un intento desesperado. Ese algo disfrazado de amor que nos tomó por sorpresa. Fue el momento, caprichosa intersección del tiempo que nos hizo creer que podíamos estar juntos. El binomio de mi empeño y tu miedo a quedarte solo. Y sin embargo, mirábamos y andábamos hacia sitios distintos. Cada paso significaba el abandono del otro; pero el estatismo era renunciar a uno mismo. Aún así nos detuvimos. El sexo se tendió con toda su fragilidad entre nuestros mundos, en vano intento por acercarlos. Sin conciliación posible el nosotros desaparecía ante el yo. ¿Qué somos hoy, más allá de la carne en desesperado encuentro, sino sólo una triste evocación de Babel?, ¿qué nos queda ahora de los ayeres diluidos en el caudal de estos presentes impares?, ¿Qué vínculo nos sobrevive, además del olvido acompasado e irremediable?
2 comentarios:
será cierto que si uno cosecha fantasmas es difícil que venga el olvido?
Tanto de no saber de usted... tardaré para ponerme al corriente.
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