Entonces vía mésenger me pongo en contacto con una compañera de la preparatoria. Ella es de mi edad, está casada y a punto de dar a luz a su primogénita. Después de contarme de su vida, me pregunta por la mía, y le resumo: tengo tres empleos y me iré por dos años a la Uinversity or Texas at Dallas a hacer una maestría en políticas públicas con una beca completita.
Ella: ¡Wow! ¡qué bien!, ¡felicidades!
Yo: muchas gracias
(y justo ahí cuando menos lo vi venir, surgió la pregunta infalible, inevitable, la que debería dar sentido a cada segundo de mi existencia, la que va más allá del ser o no ser)
Ella: Pero, ¿que no piensas casarte?
(entonces fue inevitable responder)
Yo: No Bety, eso a mí no me va a pasar...
Ella: ¡Wow! ¡qué bien!, ¡felicidades!
Yo: muchas gracias
(y justo ahí cuando menos lo vi venir, surgió la pregunta infalible, inevitable, la que debería dar sentido a cada segundo de mi existencia, la que va más allá del ser o no ser)
Ella: Pero, ¿que no piensas casarte?
(entonces fue inevitable responder)
Yo: No Bety, eso a mí no me va a pasar...
Y ella quedó preocupadísima con mi respuesta