El mes de octubre finalizaba con hechos relevantes. El director jurídico (que hasta ese momento consideraba mi amigo) me llamó casualmente para que bajara a su oficina. Tomé asiento y él empezó a hablar, después de no tomar con la gracia habitual los comentarios que hice a manera de saludo.
Siete minutos después me di cuenta de que me estaba corriendo. Él, encomendado a esta misión, desconocía el supuesto. Yo, sin saber de qué se me acusaba, me declaré incapaz de defenderme. Necesitaba una explicación. Salí en busca de ella no sin antes afirmarle a mi ex amigo del jurídico que no huyo jamás de una batalla, ni siquiera de las de corte legal.
No encontré explicaciones pero encontré respaldo. Los involucrados se rehusaron a hablar conmigo y postergaron la conversación hasta el día siguiente. El día de brujas –que en mi caso, parecía cacería de brujas laboral- concluyó con mi firma en una renuncia al puesto que venía desempeñando desde hace año y medio en esa oficina y con otra firma en un contrato por honorarios para trabajar en ese mismo lugar.
Esta última semana, la primera de noviembre, ha sido la locura total. Nuevo puesto, nuevo jefe, nuevos compañeros de trabajo, carencia de oficina y de equipo para trabajar, salidas diarias a municipios, soluciones rápidas a problemas recién conocidos. Gente que me mira con culpa (justa, por cierto), gente que me mira con coraje (al no ver del todo realizados sus deseos de mi ausencia), gente que me mira con empatía (amigos).
A eso sumo las clases nocturnas, los plazos de admisión a las universidades que en este punto se han vuelto asfixiantes, el sube y baja emocional de mi relación que llega a su primer trimestre, la necesidad de unas vacaciones y el temor de no poder resolver de la manera adecuada todo lo que debo resolver.
Disculpen el abandono, les juro que pensé que el fin de año sería la parte de mayor tranquilidad de este 2008.
Siete minutos después me di cuenta de que me estaba corriendo. Él, encomendado a esta misión, desconocía el supuesto. Yo, sin saber de qué se me acusaba, me declaré incapaz de defenderme. Necesitaba una explicación. Salí en busca de ella no sin antes afirmarle a mi ex amigo del jurídico que no huyo jamás de una batalla, ni siquiera de las de corte legal.
No encontré explicaciones pero encontré respaldo. Los involucrados se rehusaron a hablar conmigo y postergaron la conversación hasta el día siguiente. El día de brujas –que en mi caso, parecía cacería de brujas laboral- concluyó con mi firma en una renuncia al puesto que venía desempeñando desde hace año y medio en esa oficina y con otra firma en un contrato por honorarios para trabajar en ese mismo lugar.
Esta última semana, la primera de noviembre, ha sido la locura total. Nuevo puesto, nuevo jefe, nuevos compañeros de trabajo, carencia de oficina y de equipo para trabajar, salidas diarias a municipios, soluciones rápidas a problemas recién conocidos. Gente que me mira con culpa (justa, por cierto), gente que me mira con coraje (al no ver del todo realizados sus deseos de mi ausencia), gente que me mira con empatía (amigos).
A eso sumo las clases nocturnas, los plazos de admisión a las universidades que en este punto se han vuelto asfixiantes, el sube y baja emocional de mi relación que llega a su primer trimestre, la necesidad de unas vacaciones y el temor de no poder resolver de la manera adecuada todo lo que debo resolver.
Disculpen el abandono, les juro que pensé que el fin de año sería la parte de mayor tranquilidad de este 2008.
Al final sobrevive una sola esperanza: pensar que todo valdrá la pena.
7 comentarios:
Maldita grilla, peor la burcrática, pero lo bueno es que aun tienes trabajo. Por lo menos tienes tiempo de bsucar algo más.
Saludos
"Primer trimestre" suena a embarazo! =P
Exacto! Todo valdrá la pena.
Un abrazooo.
ay sue... animo, intente buscarle un lado positivo a la situación si es que ninguno de los que vayamos a mencionar la satisface del todo...
desde acá le mando la mejor de las suertes.
:(
Chale. No sé qué es peor: trabajar o perder el trabajo.
Ánimo.
Me encanta tu blog. ¿Qúé pasó con una historia que vi en donde ponías en tus números gratuitos a cierto galán? Buenísima. No hay más clara prueba de amor: te incluí como mi número gratuito.
Yo estuve a punto de hacer lo mismo, pero no lo hice. Ahora no me arrepiento.
Me recordó esto a un poema que lei que se llama
Orfandad
Es de noche
estas en mar abierto
tienes poco tiempo para aprender a nadar.
Pero al final siempre vale el esfuerzo...
Ups, yo tambien odio la grilla, no se desanime que oportunidades no le faltaran.
Besos SUPER respetuosos de agua de jamaica.
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