Me he pasado algunos días intentando entender el por qué las personas que pertenecieron a tu pasado suelen decidir reaparecer en tu vida con la pretensión de formar parte de ella nuevamente, por qué los personajes de temporadas pasadas regresan. Haciendo memoria repasé las historias que he vivido y tal vez ahora me quedan más preguntas que respuestas.
E, mi novio de la primaria y yo terminamos la primera vez porque a él se le ocurrió hacerme un reclamo absurdo que incluyó más de algún jaloneo hacia mi persona delante de nuestros compañeros y amigos y que terminó en la revelación de su estúpida equivocación y mi voz resonando en las orejas de todos los presentes diciéndole que no quería saber más de él, mientras le aventaba a la cara el anillo que me había regalado. Después de un mes en el que E hizo todo lo habido y por haber para que volviera con él, accedí. Meses después me dijo que no podíamos seguir siendo novios porque yo le aventajaba en edad por unos meses; yo le dije que estaba bien, y lo dejamos así.
Después de que E decidiera dejar de hablarme tras el rompimiento, me buscó insistentemente y me confesó que la novia de la que tanto hablaba con todos era una novia imaginaria y que en realidad sólo quería estar conmigo, así que volvimos hasta que se le metió en la cabeza que yo había besado (cosa que ni siquiera hacía con él) a un compañero que se mostraba interesado en mi. Cansada de todo, le dije que si no podía confiar en mí no tenía caso que estuviéramos juntos y esa fue la última vez que terminamos. Terminada la primaria coincidimos una vez, tres años después en un restaurante, yo con mi familia, él con su novia; nos saludamos y ya nunca nos volvimos a ver.
La siguiente ocasión llegó años más tarde. Tendría unos 14 ó 15 años cuando conocí a A, un gran amigo de mi hermano que vivía cerca de casa. Él me lleva doce años y en realidad tardamos de dos a tres años en ir más allá de los límites de la amistad. Todo en la mayor discreción para que nadie sospechara. Él tuvo que mudarse a una ciudad lejana y aunque nos veíamos más o menos una vez al mes, me gustaba quererlo. Un buen día gracias a mi hermano me di cuenta de que la vida de A no era más que una apariencia sostenida por alfileres de mentiras y entonces lloré como Magdalena y decidí que no tenía caso que las cosas siguieran adelante. Así que, muy a mi manera me despedí de él la siguiente ocasión que nos vimos y le dije que siempre sería bien recibido en mi casa, porque para eso son los AMIGOS, ¿no? Dos meses después él se fue del país.
Llegó así mi etapa universitaria, mis diecinueve años y una coincidencia por la que un día J y yo terminamos conversando. El chico, a pesar de ser mi antitesis de hombre ideal en aquél momento, logró convencerme de ser su novia tras casi cuatro meses de acoso, digo, cortejo. El calvario, digo, noviazgo, duró un mes y dos días. Dos meses después él terminó matriculado en la misma universidad que yo, coincidentemente en el turno vespertino y por si fuera poco sus clases eran en un salón que estaba a unos pasos del mío. Acosó a maestros y compañeros comunes con preguntas sobre mí; aunque a mí me exigió que ni siquiera lo saludara al topármelo en los pasillos. Hubo algunas discusiones entre nosotros, especialmente porque a mí me gustaba B un chico que trabajaba en la biblioteca y J lo sabía. Por fin, después de ese cuatrimestre J salió de mi vida (o al menos de mi campo visual).
Con B las cosas eran lindas. Estudiábamos la misma carrera aunque él me aventajara 3 cuatrimestres. Nos gustaban los libros y yo me escapaba constantemente a saludarlo, ya fuera entre clases o antes de irme a casa. Nos hicimos amigos y un buen día me dio por sincerarme. Él me decía que no era el momento, que no estaba listo para una relación “todavía” y yo, tan ingenua le dije que no había prisa. Así que esperé, y esperé y esperé, y escribí poemas, y me hice amiga de su hermana y lo invité a las bodas de plata de mis papás y le hice su tarea y esperé hasta enterarme que vivía perdidamente enamorado de su mejor amiga y que llevaba años intentando que ella fuera su novia. Entonces desistí; no por el hecho de que él la quisiera sino porque me sentí traicionada después de haber sido tan sincera con él y de que él haya mantenido sus intenciones hacia ella ocultas para mi. Por fin supe que a seis meses de que yo me fui de su vida, ella finalmente le dio el sí.
Un tiempo después apareció C, era divertido hablar con él, trabajábamos juntos y coincidíamos en algunas cosas. De pronto me di cuenta de que me gustaba mucho y de que su compañía me era grata y él se interesó en mí. Después de unos tres meses de risas y coqueteo por fin lo dejé besarme y lo adoré porque, a pesar de ser la primera vez, me besó como siempre había querido que alguien me besara. Los besos siguieron y las emociones en mí se desataron, así que una semana después le dije que lo quería y que me interesaba estar con él a lo que él respondió que él no se quería enamorar. Lo medité y me dije ¿por qué no? y terminamos en una relación de free que duró diez meses en donde me lastimó y lastimé y a la que decidí poner fin sabiendo que los daños (para ambos) podían ser mucho mayores. Entonces quedamos como amigos. Dos días después de nuestra charla, él tenía novia y a mí me dio mucho gusto por él.
Entonces una hace lo único que puede hacer, seguir adelante. Di algún otro traspié enamorándome de un profesor y de otro chico con los que vislumbrar siquiera una relación era más que imposible, irrisorio. Y entonces llegó el mes de agosto y recibí una llamada telefónica de J, presuntamente desde Londres (ya sabía yo por un amigo mío que J había viajado al Viejo Continente). En resumen el hombre llamó para decirme que ahora (a un año y medio de haber terminado la relación) se daba cuenta de la gran mujer que soy y de todo lo que le di cuando estuvimos juntos; me ofreció pagarme un viaje a Europa a manera de agradecimiento y me preguntó si es que me casaría con alguien como él. Agradecí lo primero, decliné lo segundo y negué rotundamente lo tercero y, terminada la llamada, no volví a saber de él, al menos no por él.
Conocí entonces a alguien más y empezamos a salir. Como es su costumbre, sólo que ahora antes de la fecha indicada A reapareció, después de diez meses de silente ausencia, a través de un mail en el que me contaba que acababa de ser papá de gemelos y que su vida era color de rosa. Inmediatamente respondí, entusiasmada con mis mejores deseos y múltiples felicitaciones solicitando que me enviara las fotos de los hermosos bebés y la afortunada mamá. A vuelta de mi correo me hizo saber que lo que me había dicho con anterioridad era broma, que estaba soltero y preguntaba por mí y mi familia. Le conté entonces como iba todo y lo bien que estaba yo ahora que salía con un chico. Entonces a fin de año hizo su viaje anual a México y coincidió que, estando él de visita en mi casa, me viera llegar con el chico con el que salía. Entonces arremetió contra él una broma tras otra (lo bueno es que el chico no se lo tomó a mal en absoluto) y una vez que lo despedí, A tomó mi mano, miró la palma y sentenció: no llegas a principio de año con ese tipo. Era diciembre.
Tiempo después de la visita de A, mientras yo seguía saliendo con la misma persona, en una ventana de mi Messenger B (después de tanto de no saber nada de él), me escribe un mensaje que decía algo así como: he estado pensando mucho en ti, encontré la carpeta donde guardo los poemas que me escribiste y la foto que me regalaste… no hubo necesidad de que respondiera nada, porque cuando él lo escribió yo ni siquiera estaba frente al monitor y, aunque hubiera querido responder, él ya se había desconectado. Pero, de alguna manera me pareció desconcertante su repentina y fugaz reaparición. ¿Para qué diablos venía a escribirme eso, y precisamente ahora?
Seguía yo ilusamente feliz con el mismo chico cuando C volvió a la carga saludándome en los pasillos de manera muy efusiva y buscando conversaciones vía Messenger, en una de las cuales terminó diciéndome que me quiere, que siempre me ha querido, que no me ha podido olvidar ni a pesar del más de un año que tenía con su chica, que ya la había dejado y que pretendía retomar lo nuestro. Entonces hice las aclaraciones pertinentes, expliqué que yo estaba con alguien, ofrecí mi amistad, no más y él me dijo que algún día… que la vida da muchas vueltas y terminé diciéndole que por el bien de nuestra amistad, lo mejor era no volver a hablar del pasado.
Pero sin duda el hecho que me tiene más sorprendida y que me ha orillado a escribir este mega post es U. Lo conocí por Internet hace casi dos años. En aquél entonces mi agenda era de locos, trabajo, servicio social y anexos. Hablábamos por teléfono, intercambiábamos algunos mensajes de texto y charlas en el messenger, pero no encontrábamos aún un día para vernos. Entonces él empezó a presionar y yo por fin le di una cita, mi única tarde libre. Un domingo. Por la mañana había organizado un desayuno sorpresa para York, por su cumpleaños y a él lo vería en la tarde, tenía disponibles unas tres horas para el encuentro. Pero ocurrió un imprevisto, le llamé para contarle de mi amigo en crisis, para ver si era posible posponer la cita y él hizo mutis. Después dijo que sí, que me fuera con mi amigo, en un tono de molestia. Le agradecí. Tuve la cortesía de llamarle después y él terminó la llamada a menos de cinco minutos de haber levantado el auricular. No llamé más, él tampoco. El viernes pasado recibí una llamada a mi celular mientras comía-cenaba con Perla y Alejandra. Era U para preguntarme cómo estaba y qué planes tenía para el fin de semana, así, como si no hubieran pasado un año y tres meses después de la última vez que le llamé. Así, a través de una llamada pretende volver a mi vida; y sí, vuelve cuando ya es demasiado tarde.
York se ha empeñado en decir que somos seres cíclicos. En ese caso, supongo que mi ciclo es el siguiente: conocer chico, interesarme, enamorarme, salir lastimada, darme cuenta de que no tiene caso seguir ahí, rompimiento (despedida, término, finiquito del asunto o genérico intercambiable), periodo de ausencia, duelo, momento de retomarme, conocer chico, interesarme, enamorarme, chico del pasado que hace acto de presencia, yo diciéndole que llega demasiado tarde, empeño en que las cosas funcionen con el chico actual, darme cuenta de que no hay futuro, rompimiento…
Si la teoría de York es cierta hay un par de personas que se irán de mi vida; y otro par que está por volver y, respetando el ciclo, volverán demasiado tarde.
No, yo me rehúso a creer que somos cíclicos porque mi panorama particular se presenta bastante jodido. ¿Y tú? ¿crees que somos una rueda de la fortuna, que recorremos una y otra vez el mismo sitio? ¿que nunca llegaremos a ningún otro lugar?
La canción de hoy es: Volver, volver, de A.Z. Maldonado
E, mi novio de la primaria y yo terminamos la primera vez porque a él se le ocurrió hacerme un reclamo absurdo que incluyó más de algún jaloneo hacia mi persona delante de nuestros compañeros y amigos y que terminó en la revelación de su estúpida equivocación y mi voz resonando en las orejas de todos los presentes diciéndole que no quería saber más de él, mientras le aventaba a la cara el anillo que me había regalado. Después de un mes en el que E hizo todo lo habido y por haber para que volviera con él, accedí. Meses después me dijo que no podíamos seguir siendo novios porque yo le aventajaba en edad por unos meses; yo le dije que estaba bien, y lo dejamos así.
Después de que E decidiera dejar de hablarme tras el rompimiento, me buscó insistentemente y me confesó que la novia de la que tanto hablaba con todos era una novia imaginaria y que en realidad sólo quería estar conmigo, así que volvimos hasta que se le metió en la cabeza que yo había besado (cosa que ni siquiera hacía con él) a un compañero que se mostraba interesado en mi. Cansada de todo, le dije que si no podía confiar en mí no tenía caso que estuviéramos juntos y esa fue la última vez que terminamos. Terminada la primaria coincidimos una vez, tres años después en un restaurante, yo con mi familia, él con su novia; nos saludamos y ya nunca nos volvimos a ver.
La siguiente ocasión llegó años más tarde. Tendría unos 14 ó 15 años cuando conocí a A, un gran amigo de mi hermano que vivía cerca de casa. Él me lleva doce años y en realidad tardamos de dos a tres años en ir más allá de los límites de la amistad. Todo en la mayor discreción para que nadie sospechara. Él tuvo que mudarse a una ciudad lejana y aunque nos veíamos más o menos una vez al mes, me gustaba quererlo. Un buen día gracias a mi hermano me di cuenta de que la vida de A no era más que una apariencia sostenida por alfileres de mentiras y entonces lloré como Magdalena y decidí que no tenía caso que las cosas siguieran adelante. Así que, muy a mi manera me despedí de él la siguiente ocasión que nos vimos y le dije que siempre sería bien recibido en mi casa, porque para eso son los AMIGOS, ¿no? Dos meses después él se fue del país.
Llegó así mi etapa universitaria, mis diecinueve años y una coincidencia por la que un día J y yo terminamos conversando. El chico, a pesar de ser mi antitesis de hombre ideal en aquél momento, logró convencerme de ser su novia tras casi cuatro meses de acoso, digo, cortejo. El calvario, digo, noviazgo, duró un mes y dos días. Dos meses después él terminó matriculado en la misma universidad que yo, coincidentemente en el turno vespertino y por si fuera poco sus clases eran en un salón que estaba a unos pasos del mío. Acosó a maestros y compañeros comunes con preguntas sobre mí; aunque a mí me exigió que ni siquiera lo saludara al topármelo en los pasillos. Hubo algunas discusiones entre nosotros, especialmente porque a mí me gustaba B un chico que trabajaba en la biblioteca y J lo sabía. Por fin, después de ese cuatrimestre J salió de mi vida (o al menos de mi campo visual).
Con B las cosas eran lindas. Estudiábamos la misma carrera aunque él me aventajara 3 cuatrimestres. Nos gustaban los libros y yo me escapaba constantemente a saludarlo, ya fuera entre clases o antes de irme a casa. Nos hicimos amigos y un buen día me dio por sincerarme. Él me decía que no era el momento, que no estaba listo para una relación “todavía” y yo, tan ingenua le dije que no había prisa. Así que esperé, y esperé y esperé, y escribí poemas, y me hice amiga de su hermana y lo invité a las bodas de plata de mis papás y le hice su tarea y esperé hasta enterarme que vivía perdidamente enamorado de su mejor amiga y que llevaba años intentando que ella fuera su novia. Entonces desistí; no por el hecho de que él la quisiera sino porque me sentí traicionada después de haber sido tan sincera con él y de que él haya mantenido sus intenciones hacia ella ocultas para mi. Por fin supe que a seis meses de que yo me fui de su vida, ella finalmente le dio el sí.
Un tiempo después apareció C, era divertido hablar con él, trabajábamos juntos y coincidíamos en algunas cosas. De pronto me di cuenta de que me gustaba mucho y de que su compañía me era grata y él se interesó en mí. Después de unos tres meses de risas y coqueteo por fin lo dejé besarme y lo adoré porque, a pesar de ser la primera vez, me besó como siempre había querido que alguien me besara. Los besos siguieron y las emociones en mí se desataron, así que una semana después le dije que lo quería y que me interesaba estar con él a lo que él respondió que él no se quería enamorar. Lo medité y me dije ¿por qué no? y terminamos en una relación de free que duró diez meses en donde me lastimó y lastimé y a la que decidí poner fin sabiendo que los daños (para ambos) podían ser mucho mayores. Entonces quedamos como amigos. Dos días después de nuestra charla, él tenía novia y a mí me dio mucho gusto por él.
Entonces una hace lo único que puede hacer, seguir adelante. Di algún otro traspié enamorándome de un profesor y de otro chico con los que vislumbrar siquiera una relación era más que imposible, irrisorio. Y entonces llegó el mes de agosto y recibí una llamada telefónica de J, presuntamente desde Londres (ya sabía yo por un amigo mío que J había viajado al Viejo Continente). En resumen el hombre llamó para decirme que ahora (a un año y medio de haber terminado la relación) se daba cuenta de la gran mujer que soy y de todo lo que le di cuando estuvimos juntos; me ofreció pagarme un viaje a Europa a manera de agradecimiento y me preguntó si es que me casaría con alguien como él. Agradecí lo primero, decliné lo segundo y negué rotundamente lo tercero y, terminada la llamada, no volví a saber de él, al menos no por él.
Conocí entonces a alguien más y empezamos a salir. Como es su costumbre, sólo que ahora antes de la fecha indicada A reapareció, después de diez meses de silente ausencia, a través de un mail en el que me contaba que acababa de ser papá de gemelos y que su vida era color de rosa. Inmediatamente respondí, entusiasmada con mis mejores deseos y múltiples felicitaciones solicitando que me enviara las fotos de los hermosos bebés y la afortunada mamá. A vuelta de mi correo me hizo saber que lo que me había dicho con anterioridad era broma, que estaba soltero y preguntaba por mí y mi familia. Le conté entonces como iba todo y lo bien que estaba yo ahora que salía con un chico. Entonces a fin de año hizo su viaje anual a México y coincidió que, estando él de visita en mi casa, me viera llegar con el chico con el que salía. Entonces arremetió contra él una broma tras otra (lo bueno es que el chico no se lo tomó a mal en absoluto) y una vez que lo despedí, A tomó mi mano, miró la palma y sentenció: no llegas a principio de año con ese tipo. Era diciembre.
Tiempo después de la visita de A, mientras yo seguía saliendo con la misma persona, en una ventana de mi Messenger B (después de tanto de no saber nada de él), me escribe un mensaje que decía algo así como: he estado pensando mucho en ti, encontré la carpeta donde guardo los poemas que me escribiste y la foto que me regalaste… no hubo necesidad de que respondiera nada, porque cuando él lo escribió yo ni siquiera estaba frente al monitor y, aunque hubiera querido responder, él ya se había desconectado. Pero, de alguna manera me pareció desconcertante su repentina y fugaz reaparición. ¿Para qué diablos venía a escribirme eso, y precisamente ahora?
Seguía yo ilusamente feliz con el mismo chico cuando C volvió a la carga saludándome en los pasillos de manera muy efusiva y buscando conversaciones vía Messenger, en una de las cuales terminó diciéndome que me quiere, que siempre me ha querido, que no me ha podido olvidar ni a pesar del más de un año que tenía con su chica, que ya la había dejado y que pretendía retomar lo nuestro. Entonces hice las aclaraciones pertinentes, expliqué que yo estaba con alguien, ofrecí mi amistad, no más y él me dijo que algún día… que la vida da muchas vueltas y terminé diciéndole que por el bien de nuestra amistad, lo mejor era no volver a hablar del pasado.
Pero sin duda el hecho que me tiene más sorprendida y que me ha orillado a escribir este mega post es U. Lo conocí por Internet hace casi dos años. En aquél entonces mi agenda era de locos, trabajo, servicio social y anexos. Hablábamos por teléfono, intercambiábamos algunos mensajes de texto y charlas en el messenger, pero no encontrábamos aún un día para vernos. Entonces él empezó a presionar y yo por fin le di una cita, mi única tarde libre. Un domingo. Por la mañana había organizado un desayuno sorpresa para York, por su cumpleaños y a él lo vería en la tarde, tenía disponibles unas tres horas para el encuentro. Pero ocurrió un imprevisto, le llamé para contarle de mi amigo en crisis, para ver si era posible posponer la cita y él hizo mutis. Después dijo que sí, que me fuera con mi amigo, en un tono de molestia. Le agradecí. Tuve la cortesía de llamarle después y él terminó la llamada a menos de cinco minutos de haber levantado el auricular. No llamé más, él tampoco. El viernes pasado recibí una llamada a mi celular mientras comía-cenaba con Perla y Alejandra. Era U para preguntarme cómo estaba y qué planes tenía para el fin de semana, así, como si no hubieran pasado un año y tres meses después de la última vez que le llamé. Así, a través de una llamada pretende volver a mi vida; y sí, vuelve cuando ya es demasiado tarde.
York se ha empeñado en decir que somos seres cíclicos. En ese caso, supongo que mi ciclo es el siguiente: conocer chico, interesarme, enamorarme, salir lastimada, darme cuenta de que no tiene caso seguir ahí, rompimiento (despedida, término, finiquito del asunto o genérico intercambiable), periodo de ausencia, duelo, momento de retomarme, conocer chico, interesarme, enamorarme, chico del pasado que hace acto de presencia, yo diciéndole que llega demasiado tarde, empeño en que las cosas funcionen con el chico actual, darme cuenta de que no hay futuro, rompimiento…
Si la teoría de York es cierta hay un par de personas que se irán de mi vida; y otro par que está por volver y, respetando el ciclo, volverán demasiado tarde.
No, yo me rehúso a creer que somos cíclicos porque mi panorama particular se presenta bastante jodido. ¿Y tú? ¿crees que somos una rueda de la fortuna, que recorremos una y otra vez el mismo sitio? ¿que nunca llegaremos a ningún otro lugar?
La canción de hoy es: Volver, volver, de A.Z. Maldonado