No voy a decir que nos hemos encontrado a destiempo; que habría sido más fácil o mejor si hubiera sido de otra manera. No voy a pretender responder a esa pregunta que me hiciste alguna vez porque sigo sin saber qué razón es la que hizo que coincidiéramos. Tengo pocas respuestas y también quiero liberarme de las preguntas.
No voy a culparte de haberme hecho considerar la posibilidad de una historia juntos por esa, tu interminable lista de preguntas o por tus velados celos o tus palabras galantes y tus roces y sonrisas y de esas veces que fui hermosa ante tus ojos, divertida con tu sentido del humor, libre, auténtica y segura como esa mujer con la que deseas estar y que aún no sabes si soy yo.
No voy a decirte de todos esos minutos –necedad humana la de medir cosas tan relativas como el tiempo- a tu lado o con tu voz antes de darme cuenta de que estaba “involucrada sentimentalmente contigo”. ¡Qué maneras tan extrañas tienes de llamar al amor naciente! no voy a decir todo aquello que me hiciste pensar sobre las péqueñas cosas y que ya he escrito en tu tarjeta de cumpleaños.
No voy a decir que jamás he ocultado ante ti ni una nimia parte mía, ni a decir lo significativo que pueden ser estas palabras si las pones juntas: tú + café + parque + planos + yo. Y aunque quisiera, no podría describir el miedo y la emoción recorriéndome esa última noche en que me hiciste cómplice de un partido de baloncesto y me diste un motivo más para admirarte.
No voy a reclamarte por haberme besado o por decir que es especial estar conmigo o por escribir de pronto que me pensabas. No voy a decir que hace cuatro semanas que no te veo y veintitrés días que no te escucho ni siquiera por teléfono, porque lo sabes, aunque quizás no con la misma exactitud que yo.
No voy a decirte que esto es lo que soy, que soy esta mujer que no puedo ser más ni menos ni distinta, porque todo eso lo sabes. No voy a preguntar si, finalmente, te has decidido, si ha sido la razón o el miedo lo que te lleva lejos de mí. No voy a decir aprendo rápido a no extrañarte, que sigo adelante en mis planes –sí, esos que despiertan tus miedos mayores-, que estoy feliz, que tengo nuevos campos de trigo y cercanías que rompen a fuerza de letras la distancia.
No voy a citar ese poema de Borges que te envié hace días, ni a decir con la voz de Cortázar que "No te voy a cansar con más poemas./ Digamos que te dije/ nubes, tijeras, barriletes, lápices,/ y acaso alguna vez/ te sonreíste".
No voy a decir que lo que me inquieta es no haber merecido al menos una despedida. Pero lo que sí voy a decir –aunque quiero pensar que ya lo sabes- es que no me arrepiento, que, desde el primer día ha valido la pena.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario