viernes, octubre 13

El (casi) hombre de mi vida.

Nos conocimos por una casualidad extraña que aún a estas fechas no he podido descifrar y dudo mucho que algún día lo haga. Es un chico atractivo, sin duda. Con el tiempo y las conversaciones constantes un día, de la manera más natural decidimos vernos después de su trabajo y mi clase de inglés. Terminamos bebiendo té en el Haus Der Kuns y yo por fin me aprendí el nombre del sitio.

Idealista, pero con los pies en la tierra. Sabe luchar por lo que quiere y lo aprecia. Hace muchas preguntas y necesita que las cosas le queden muy claras. Tiene un buen sentido del humor, es inteligente, atento y culto. También es un par de años mayor que yo. Vamos, que el chico es por demás lo que la gente diría un buen partido.

Cuando nuestras vidas se cruzaron, él resolvía un asunto y yo no me decidía a resolver otro. Escuchó pacientemente múltiples conversaciones sobre mi relación de ése momento y me aconsejó. Estuvo ahí en momentos en que el que debía de estar, no estuvo. Nos tomamos aprecio. Se generó un interés mutuo, una complicidad casi inmediata y creo, encontramos en el otro una afinidad especial.

Me planteé más de una vez, en mis nocturnos soliloquios, como sería terminar la relación en la que estaba y buscar la posibilidad de estar con él. Y entre los altibajos de mi situación decidí aferrarme a la persona con la que estaba, pero seguimos saliendo de vez en cuando. Después por fin mi relación acabó con las posibilidades de futuro y mientras se extinguía (no sin los respectivos dolores posteriores propios de la situación), volví a pensar en él como posibilidad, esta vez de manera más fuerte y viable.

Decidí que no. Que lo mejor era permanecer como amigos. Que él era un hombre increíble que no merecía estar con alguien que, debido a mi condición, podría terminar lastimando la honestidad de sus sentimientos e intenciones. No quise que fungiera como un paliativo en mi vida. No quise arriesgar lo que ya teníamos por algo que, probablemente no funcionaría. No quise quedarle a deber cariño, porque, simplemente, no tenía capacidad de darlo en mi momento de vaciamiento, tristeza y desencuentro conmigo misma por la relación anterior.

Sé que de alguna manera trunqué un futuro que implicara algo más que una amistad entre nosotros. Sé que temí en cada abrazo, en cada mirada, en cada silencio y en cada palabra, que él se sincerara y hablara abiertamente. Omití de manera deliberada hablar de él en el blog a pesar de que escribí algunas cosas sobre los momentos que pasamos juntos -unos de los más románticos y lindos que nadie jamás me ha regalado-. No quería alentar nada. Aunque en el fondo siempre me pregunté cómo sería.

Después, la tecnología que nos había reunido, nos fue distanciando de a poco. La última vez que nos vimos fue hace como un mes. La ocasión anterior a esa nos vimos por su cumpleaños y le conté mis planes. Irme, irme lejos. Y la distancia se impuso entre nosotros desde entonces. Él se dio tiempo de profundizar su trato con otras personas y encontró a una chica maravillosa que hoy es su novia y lo hace muy feliz.

Hace un momento le respondí un correo donde hablábamos de los “hubiera” entre nosotros y de la manera en que la vida da vueltas y nos llevó hasta donde estamos ahora. Le he dicho que las cosas pasan así, porque así es como deben pasar, eso es lo mejor. Dice que no quiere ser una estadística más del hombre de mi vida que no llega a tiempo y yo le digo, yo te digo que no, que soy yo, la que no estuvo lista y aún así corrí con la suerte de que seas mi amigo y eso es muchísimo más de lo que pude esperar desde aquél día en que coincidimos. Te quiero mucho.

He aquí algo de lo que escribí y nunca me atreví a publicar en el blog, espero que lo leas, porque es tuyo, y es mi manera de agradecer, especialmente esa tarde mágica que compartimos.

Mayo, 2006

Fuera de la ciudad, recorrido por cálidas calles antes desconocidas.

Comida japonesa, casual preámbulo a la película oriental de pocos diálogos y tantos significados propiciadores de risas y complicidad.

Un paseo por el pequeño jardín que habita entre cuatro paredes; un par de sonetos españoles, el sonido del agua cortada por la mano en la fuente.

La vida se trata de compartir, coinciden. ¿Cuántas veces se corre con la suerte de encontrar un alma afín?

Minutos avanzando en los relojes que nadie mira.

Algunas divagaciones más.

Las miradas plasmadas para la posteridad a través del milagro moderno llamado fotografía.

La tarde agoniza.

La noche cae sobre el puente en el cálido abrazo de despedida.

Uno sube al tren; la otra camina a casa por las aceras bajo la nocturna luz de la luna que

se dibuja, incompleta, en el extremo superior derecho del paisaje.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

joder mi niña eres un pozo de sorpresas ¡¡¡¡¡
besos

ex-sirako dijo...

te enojas si te digo que ya también lo quiero? jeje.

es que así como lo platicas...




abrazo

Bere dijo...

Bueno Sue creo q en este momento es sólo eso el casi hombre de tu vida pero ya vendrá el verdadero, ya que en mi opinión tomaste la desición correcta de no andar con él puesto que es más importante que estes contigo y pongas todo en orden, a lanzarte a los brazos de alguien (aunque sea el mejor) sin estar lista, eso pocas veces funciona. Lo mejor es que te dejo un hermoso regalo -los recuerdos de su compañía-. Espero sinceramente que cuando sea tu momento encuentres al hombre de tu vida, mientras disfruta la soltería que es maravillosa :)

Beto dijo...

Cuando escriban algo así por mi seré el mejor hombre del mundo.

- Chupycuate - dijo...

(suspiro...)


...


(otro suspiro)

dime por favor que el ya leyo esto!