El sábado, aunque Morfeo insistía en irse a las siete de la mañana de mi cama, nos levantamos tarde. Pero entre el abandono de Morfeo y mi abandono definitivo de la camita, mandé otro par de mensajes de texto, nada más porque no quería quedarme con las ganas de decir unas cosas.
A eso de las 10:30 nos pusimos de pie y mientras disertábamos sobre qué hacer y dónde desayunar Chilo llamó, para preguntar los planes que teníamos, le dije que quería ir a Chapultepec, pero que Perla María se negaba que estaba muy cansada y le dolía tooodo (eso fue culpa de Yuri, no mía). Entonces Chilo ofreció ir por nosotras al hotel y llevarnos a Chapultepec y ella estuvo de acuerdo. Quedamos a las doce, mientras tanto nos meteríamos a bañar, iríamos a desayunar y luego al MAP a hacer las compras pendientes.
Hasta que salimos del hotel todo iba bien, aunque llevábamos el tiempo un poco justo. Para el desayuno había mucha gente esperando, por lo que decidimos ir primero al MAP a hacer las compras pero nada más no nos decidíamos por unas cosas y el tiempo se nos vino encima (y por tanto mi madre se quedó sin su regalito del MAP). El desayuno lo pedimos para llevar y volvimos al cuarto de hotel a comer cuando Chilo llamó de recepción. Bajamos entonces a encontrarnos con él con bebidas en mano (y chilaquiles verdes con pollo en la habitación) y emprendimos el camino a Chapultepec.
En las inmediaciones del bosque estaban también el Museo Rufino Tamayo y el Museo de Arte Moderno donde había una exposición de fotografía, que, claro, estaban en el itinerario original del viaje que no mas nos sirvió de entretenimiento en la planeación porque no lo llevamos a cabo.
Total que llegamos (y la casa de los espejos estaba cerrada; puntos menos al itinerario) y subimos (y Perla María se quejó de que le dolía todo) y llegamos. Entonces empezaron las fotos y el recorrido por el Castillo donde la plática fue variada y hubo un momento cómico mágico musical en uno de los balcones.
A la salida, pasamos por el Lago y hasta nos tocó ver a los voladores de Papantla y una exposición de Arte Moderno en las calles donde nos tomamos una foto del recuerdo. Volvimos al hotel temprano y mientras Perla María descansaba, Chilo y yo nos quedamos a beber café en el restaurante del hotel con la esperanza de que no nos corrieran de nuevo. Llegó el momento y era hora de despedirnos definitivamente (¡con lo mala que soy para las despedidas!) así que, cuando por fin él subió a su auto, yo a mi vez subí a la habitación 812 donde Perla María me lanzó una mirada de: ¿ya viste la hora que es? cuando le dije que no tardaba nada en cambiarme.
Me comí el resto de mis chilaquiles del desayuno (fríos sabían bien) y me cambié. Bajamos a pedir el taxi en recepción y luego fuimos a comprar unas pilas. Abordamos el taxi a las 7:25 p.m. según mi reloj (y mi memoria) y, comprendiendo que de llegar tarde Perla María me arrancaría la piel y me destazaría lentamente, le pregunté al chofer cuánto tiempo tardaríamos. Él, en su afán de cómico frustrado preguntó a qué hora debíamos llegar al Auditorio Nacional y yo le dije que a las ocho. Entonces dijo: no señorita, con éste tráfico yo calculo que lleguemos ahí a las nueve y media. Otra mirada asesina hacia mi persona, lo peor es que, con justa razón. Así que le digo al señor: ¿no podremos llegar antes?, mire que si llegamos tarde me matan (lo sé, lo sé, mea culpa, mea culpa… maldita-infeliz-desgraciada de mí que no me sé despedir y que llego tarde a los conciertos).
A la voz de agárrense de donde puedan, el chofer pisó el acelerador y maniobró sin piedad hasta dejarnos en el auditorio nacional a eso de las 7:45 p.m. donde, al tocar suelo y ver el reloj, respiré tranquila. Nos dispusimos entonces a encontrarnos ahí, con Sabina (el resto ya lo leyeron en la crónica de MI CITA CON SABINA).
A eso de las 10:45 p.m, salimos del Auditorio Nacional, compramos la playera de York, como recuerdo del evento y nos topamos con una manifestación contra Felipe Calderón (¡caray!, que esta gente no descansa ni los fines de semana). Después con el policía que decía bien amablemente: pásele damita, pásele. Y salimos a pescar un taxi que no nos cobrara en exceso. Estuvimos ahí al menos media hora (es que se me había olvidado lo del plan gandalla y me ganaron los taxis), hasta que por fin me acerqué a un par de taxis que exageraban el costo. Y cuando todo parecía perdido, un taxista nos cobró cien pesitos y nos subimos.
Llegando al hotel, me quité los tacones y bajamos a cenar el en recién fumigado restaurante unos tristes hot dogs (sorry T, pero es que, sin crema, no son lo mismo). Mientras le decía a Perla María que nos escapáramos al bar donde había karaoke y un montón de extranjeritos muy guapos ellos, pero ella me dijo que estaba muy cansada y luego arremetió diciendo más o menos así: ¿crees tú que no me preocupo por ti?, ¿que he podido dormir sabiendo que estás en la calle, con todos los peligros que eso conlleva?, ¿qué no te das cuenta que mientras estás tú allá afuera besuqueándote con quién sabe quién yo me preocupo?, ¿crees que no me importa?… a lo que, un policía que se encontraba en la barra se doblaba de la risa, mientras yo le respondía a Perla: ya sé, perdón, pero no me grites delante de la gente, que me da pena, grítame cuando estemos solas, en el cuarto.
Subimos a la habitación y nos dormimos después de que Perla María se riera hasta el cansancio de mis gritos durante el concierto (grité, porque no podía aplaudir, que conste). Esta vez Morfeo, bastante molesto conmigo (sin que yo sepa exáctamente por qué), me arrancó el placer del sueño a las cinco de la mañana. Envié algún mensaje de texto. Esperé. Nos levantamos, hice una llamada que no fue respondida, nos dimos otro baño y salimos rumbo al café La Habana a desayunar unas ricas enchiladas.
Volvimos y entregamos la habitación a eso de las doce. Pagamos lo que nos restaba por pagar, salimos rumbo al metro con maletas y demás y esquivamos a toda la gente acumulada fuera del teatro Metropólitan que esperaba entrar a ver la función.
Resueltas a no caminar bajamos del metro en la estación de La Raza, donde Perla fue la única persona capaz de detenerse a resolver las dudas de un señor de la tercera edad (fácilmente el señor rebasaba los ochenta años) y tras explicarle qué hacer y darle un boleto del metro, salimos a tomar un taxi rumbo a la Central (Terminal) Norte donde compramos nuestros boletos a las 2:30 p.m. rumbo a Guadalajara.
Vimos muchas películas malas en el camino y comimos fresas alucinógenas en Irapuato para por fin arribar a nuestra hermosa perla tapatía a eso de las nueve y veinte de la noche, donde algún día planearemos un nuevo tour por tierras chilangas.
Nota: No, no fuimos al Papalote Museo del Niño, no, no entramos a Bellas Artes, ni al Museo de Arte Moderno, ni al Museo Rufino Tamayo o al de Antropología. No, tampoco subimos a la Torre Latinoamericana o al Edificio Postal. Pero volveremos, de verdad, volveremos. Así que, estimados defeños, tengan mucho cuidado, porque el día menos pensado este un par de tapatías rondará por sus calles, otra vez.
11 comentarios:
chale con tu amenaza, pobrecitos defeños
Sue realmente el Df esta muy chido,insisto lo unico terrible es el tráfico que a mi si me alcanza a estresar, que bueno que te la paste muy bien, yo al igual que tu me faltan muchas cosas que conocer de allá pero ya verás lo podrás hacer ;)
Primero, el problema no es que María del Pilar haya gritado en el concierto, pues eso todos lo hacemos. El problema fue cómo gritó. Es una lástima que no pueda meter sonidos, pero léanlo como puedan, con voz de chica y con adrenalina de estar en un concierto: "GGGGUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU" (como en la séptima U, aumentan un tono al grito).
Dos, lo que ocurrió en el restaurante recién fumigado fue una farsa... el policía casi nos detiene por disturbios públicos.
Y tres, tengo una foto de la bella María del Pilar saliendo de bañarse, así toda mojadita y con una toalla que tapaba sólo lo tapable. ¿A alguien le interesa? Ando algo corta de lana...
Un abrazo. Y sí... volveremos...
No olvides visitarme en tu próxima visita. Saludos.
Hey!!! y eso que no fueron a tepito ni a la lagunilla jajaja bueno es DeFe es la ciudad màs maravillosamente caitica y adorablemente surealista del planeta, chida cronica, aunque, insisto falto la torta de tamal je je saludos!!!
(sic)
yooooooooooooo!!!!, cuanto por la foto?? =DDDDD
PD. Tambien visitame cuando regreses no??, a menos que yo siga por aca en cuyo caso mejor yo te visito, chale creo que mis comentarios son los mas prescindibles de todos =(
Ah, pero fuiste al MAP. Oye, de casualidad te tocó una exposición titulada "Muerte sin fin"?? Aaaaarrrrrgggggggghhhhhhhhhhh!!!
oye, oye, y sí comiste torta de tamal y churros rellenos??? ah! y esquites!! mmmm! no en todos lados hay esquites...
este... mmmm, y la foto?? =D
Estoy empezando a creer que lo de la foto era broma, en cuyo caso y al mas puro estilo de Sue, tambien mi comentario era broma (jojo)
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