miércoles, diciembre 31

2008



La comida en La Matera y el nunca quizás el camino a Buenos Aires Serrat y Sabina el hombre de puerto que se ahogó en otros labios el adiós a mi jefa él diciendo “te amo” aunque no debía el mensaje de texto que dice: "creo que es la tarjeta de cumpleaños más hermosa que me has hecho" aunque a veces siento que cada vez estamos más lejos el flaco y yo, una tarde en el Chai un brindis inesperado con agua de jamaica mi agradecimiento a Colombia, a Argentina el destino llevándome al DF la tarde de café con Bren su “quiero tener un hijo contigo” viajar sola en el metro el ejemplar de los Diarios de Pizarnik Goyo, mi papá adoptivo mi beca para la maestría Princeton como horizonte cercano, casi tangile tener un novio con todas sus consecuencias mi primera vez despedida de un empleo los seis meses más duros de mi vida mi corazón roto un par de veces el primer viaje importante de trabajo el beso que esperó por mí algunos años la guerra de almohadas que ambos ganamos mi diario sin acabar las escasas poesías la falta de cine mis grandes amigos y tantas lágrimas y tantas alegrías y tanta intensidad y tantos suspiros y tantos cambios y tanto reinventarme y tantos derribos y tanto reconstruirme y tanto de todo que a veces sospecho que la arminía y la plenitud, están a un paso.


Gracias por haber compartido otro año conmigo...

martes, diciembre 30

Mitos malcurados


He de confesar que uno de mis traumas de la infancia fue que el Niño Dios nunca me trajo una linda muñeca cabbage patch... peor aún, un muñeco cabbage patch.

¿Qué niña no adoraba sus caras regordetas, sus ojitos luminosos, sus gestos dulces, sus deditos raros y su ropita ñoña?

Pues bien, mientras paseaba este año por los estantes de juguetería previo a fechas navideñas, me encontré un montón de Cabbage Patch dispuestos a ser adoptados por la módica cantidad de 600 pesitos.

Aún ahora muero por uno de estos muñecos que tenga por características particulares ser pequeño, sonriente, de raza negra y varón, además de esto, diré como nota cultural que hay muy pocos que sean así, por lo que no encontré ninguno en los estantes. Sin embargo, a pesar de contar con recursos propios para financiarme este tipo de caprichos me parece una obsenidad gastar mi dinero en un muñeco -mi hermana y mi cuñada que cuentan ahora con sus respectivos cabbage patch no son de la misma opinión-.

No obstante estoy dispuesta a recibir este invaluable regalo de cualquier alma bondadosa que tenga a bien hacer uso de su tarjeta de crédito para pagar 40 dólares más envío y regalarme un hijo de ficción dándole click aquí.

Y si eso no ocurre, pues ya tendré un hijo negrito o al menos uno que le tire al morenito charoleado pa quitarme las ganas...

martes, diciembre 23

Qué vanidad imaginar...


Qué vanidad imaginar

que puedo darte todo, el amor y la dicha,

itinerarios, música, juguetes.

Es cierto que es así:

todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta

como a mí no me basta que me des

todo lo tuyo.



Algún día decidí estar, pero seguías siendo inercia. Y estuve ahí, amiga, mujer, amante, hermana, terapeuta, socia, empleada, cómplice, poeta personal, aprendiz, maestra, callada, estridente, lágrima, sonrisa, lluvia, calma, comensal, cocinera, cobija, compañera, partenaire, fe, apostata, triunfante, derrotada, paciente, exasperada, brillante, inocente, íntegra, temerosa, desbordada, contenida, maquillada, desteñida, luz, agua y aceite, tierra, viento, amor, vino, dolor, silencio, beso y caricia... y en realidad no era más que una persona-comodín en el casting de tu vida en ese drama disfrazado de comedia.

Podría ahora besar otras bocas hasta desangrarme los labios, acariciar otras pieles hasta que mi piel dejara de sentirse mía, podría buscar refugio en el calor de otro sexo y conformarme con ser parte de otros sueños a pesar de saberlos mentiras. Podría beberme las horas al lado de alguien más, de otro cualquiera, consolar los fríos ajenos, abrigar las tristezas, besar las cicatrices de las guerras que perdieron aún antes de haberlas peleado. Podría lanzar un te quiero alevoso, pasarme una noche furtiva durmiendo a su lado, inventarme deseos, hablar con dulzura, tomarles la mano.

Pero yo no soy inercia…

Por eso me quedo aquí, con tu nada después de mi todo, con tu voz sin eco y tu caricia sin fondo, con tu beso de miedo, con tu sueño en insomnio, con tu no quererme, con tu dolor contagioso, con tus ciclos inconclusos, con tu norte perdido, con tu pasión abonada, con tu ser tan poco vivo, con las lecciones de baile, con mi braille fallido, con mis tu-y-yo moribundos, con mi duelo que duele, con mi mundo. Me quedo con mi yo que nunca has comprendido, con tu promesa de no dañarme, con mis lágrimas extinguidas, con mi darte todo lo mío sin que lo quieras lo sepas o lo pidas.

Seguirás doliendo de manera cotidiana aunque esté segura de que lo tuyo no me basta y que tampoco habrá de bastarme un día. Serás inercia como siempre y un día por cualquier extraña causa finalmente te exorcizaré de mí para que vayas después a dolerle a alguien más, a la que le siga en la lista.
P.D. Les juro que yo no estaba triste

lunes, diciembre 22

La nota dramática del blog

Esto es de hace tiempo.
Que nadie crea que estoy triste,
deprimida o lastimada ahora.


Dueles
Me dueles
en cada silencio
en cada suspiro
en cada una
de las lágrimas que contengo.

Me dueles
en la ausencia
en el timbre del teléfono
en la huella
de los besos
que no están.

Me dueles
de manera alevosa
de manera suicida
de esta forma incisiva
con la que no puedo más.

Me dueles
en presente continuo
en pasado infinito

en futuro incierto
en un nosotros desgarrado.

Dueles tanto
en mis dedos que no te tocan
en mis sueños que aún te sueñan
en los minutos que desesperan
en los versos y adioses que no acabo.

Y no duele que no me quieras, tampoco duele la sospecha casi tangible de que nunca me has querido, de que luchaste contra ti mismo por no quererme. Lo que duele es saber que ni siquiera entiendes como te quiero...

domingo, diciembre 14

Bang... bang...

Estábamos desayunando el sábado. Entonces un niño rubio de unos tres años de edad, que se encontraba a dos metros de distancia, comenzó a mirarme y sonreírme. Yo hice lo propio. Y de pronto, en el intercambio de gestos, él puso sus manos en forma de pistola, me apuntó y empezó a hacer un ruido parecido al de disparos consecutivo. Entonces yo puse mis manos en forma de pistola y repetí su acción.

Mi hermana y su novio se me quedaron viendo y ella me dijo que no fuera infantil, y yo respondí con toda la propiedad del mundo, señalando al pequeño sujeto y en tono un tanto quejoso: ¡él empezó!.

¡Qué bueno que trajiste tu pistola! dijo mi hermana.